jueves, 28 de noviembre de 2024

Celos

Celos

JllM


Caminaba por la desolada calle. Los vetustos árboles sombreaban mi deambular en el ambiente otoñal que la suave brisa acariciaba sutilmente. Necesitaba esclarecer mi vida, definir acciones en el aspecto sentimental. La relación con Carmela cada día era más fría y distante; los eventuales encuentros eróticos, se habían convertido en rutinas insulsas que no satisfacían a ninguno y por el contrario, contribuían a distanciarnos más. 

Sospechaba que tenía otra relación. Los celos me alteraban y eran motivo de constantes discusiones ⏤esperaba que se distrajera para revisar su bolsa y teléfono; escuchaba subrepticiamente sus llamadas telefónicas; cuando se metía a bañar, olía su ropa interior. Escondido tras los árboles, vigilaba su salida del trabajo⏤. Nunca encontré nada, pero me alimentaba de ansiedad, desesperación y estrés; se me retorcían las tripas pensando en la infidelidad, el engaño,  la traición… 

A media cuadra de distancia observé un grupo de mujeres extrañamente vestidas con vistosos atuendos largos, algunas traían chaquetilla y blusas abombadas en las mangas; cubiertas las cabezas con pañoletas , aretes grandes y pulseras doradas. Al acercarme, tres o cuatro me abordaron y con afabilidad y confianza, me preguntaron si quería saber mi destino: 

—El pasado, presente y futuro, está marcado en tus manos. Nuestro encuentro no es coincidencia, los astros se interesan en ti, por eso nos encontramos, dijeron.

—Dame tu mano derecha y deposita en ella un billete, me indicó una mujer morena, joven, de grandes ojos negros. Dado que precisamente estaba en un momento de análisis de mi vida, decidí aceptar el ofrecimiento y saqué un billete de cincuenta pesos de mi cartera y los deposité en la palma de mi mano. Con suavidad me la extendió sobre la suya y comenzó a delinear las líneas marcadas.

—Mira, güero, esta línea horizontal es la de la cabeza y la de abajo es la de la vida. Parece que ahora tienes muchos problemas en el área afectiva. 

Asentí, inclinando la cabeza.

—Para leerte la línea del corazón, tu mano debe cubrirse de otro billete, dijo.

Lo hice y ella continuó:

—Tú línea de la vida muestra que has tenido pocos amores y aquí —señaló una bifurcación—se ve un conflicto y una bifurcación. Puede ser o separación o infidelidad… 

¡El alma se me fue al piso, se aceleró mi pulso y comencé a sudar! Titubeando, pregunté:

—¿Qué puedo hacer?

—Pon doscientos pesos en mi mano y te daré un ensalmo que hará que tu mujer te adore, que no quiera apartarse de ti. Le di el dinero y me entregó el gotero con el elíxir que salvaría mi vida.

De regreso a casa quise tomar un taxi, pero no encontré mi cartera. Era de noche, quise ver la hora y tampoco estaba el reloj, que me había quitado “para que fluyera libremente mi destino”. grité a todo pulmón, ¡Pinches viejas rateras! Y emprendí el regreso a pie, con el ánimo descompuesto.

Caminando se fue diluyendo mi coraje y con la firme esperanza de cambiar mi actitud en la relación,  tomé la firme resolución de abandonar esa misma noche mi pueril y absurda vergüenza de hablar de amor en un entorno de confrontación. Decidí iniciar un proceso intensivo de cortejo.

En la cena fui tierno, ante una respuesta de frío silencio. Me decidí y puse tres gotas del elixir en el vaso de Carmela. Comimos en silencio. Me quedé a leer un poco en la sala y cuando llegué a la recámara… ¡Me esperaba Carmela con un negligé negro y una pasión contenida, que no tardamos en satisfacer! Una hora después, la exigencia de amor se repitió. En la madrugada, volvió a suceder. Y Carmela, no dejó pasar el mañanero.

“¡Gracias, brujas!”, grité dentro de mi.

La paradoja es que: ¡Aún no termina el mes y… ya tengo miedo de llegar a casa!



 

jueves, 14 de noviembre de 2024

Fulgores intimiantes

 Fulgores intimidantes 

JLlM

El calor húmedo del verano y el cuerpo sofocante de su esposa, lo hacían sudar. Divagaba, en un duermevela de inquietud, sobre la vieja casona que habitaban: un inmueble de dos pisos, fracturados en diversas zonas, cuyas oquedades se prolongaban por las habitaciones. Utilizaban solo una recámara, la cocina y un pequeño antecomedor para vivir. ¡Ellas, ellas…, toda la casa!

Al llegar, encendían las luces y al hacerlo, escuchaban el repiqueteo presuroso de una lluvia interior sobre la duela y la mirada inquisitiva de pequeños ojos rojos y brillosos. 


El arañar ininterrumpido dentro del closet despertó a Arturo. Una aprensión temorosa lo invadió, le erizó la piel y provocó  un sabor amargo que saturó su boca reseca. Fue por la escoba y con el sudor perlando su cuerpo, se acercó al closet. Muy despacio, abrió la puerta: un haz de luz iluminó la penumbra y cuatro destellos la reflejaron al voltear hacia él, se pasearon lentamente por la habitación, permanecieron unos segundos observándolo, e intempestivamente saltaron hacia la puerta; sintió sus cuerpos deslizarse entre las piernas y el roce de las colas al rebasarlo: ¡eran enormes! ⏤y en su percepción… fieras salvajes⏤. De pelaje pardo y mirada vivaz, lo vigilaban retadoramente, abrían el hocico mostrando su afilada dentadura y emitían chillidos intimidatorios, que lo hostigaban. Persiguió a una, la prensó contra el suelo; el animal se revolcó y emitiendo chillidos estridentes, se escabulló;  parándose en vertical, lo enfrentó con su hocico abierto. 

Su esposa,  asustada, y ovillada en la cama, lo alertó:

            —¡Cuidado, Arturo! 

Volvió la cabeza y alcanzó a ver a la otra rata que se acercaba sigilosamente. Fue tras de ella, y a escobazos la hizo correr. El roedor subió a la cama, provocando el de terror de la esposa,  arrinconada en la cabecera:

                    —¡Quítamela¡, ¡quítamela!...,  le gritó con desesperación.

Con un escobazo la bajó, haciendo que cayera al centro de la habitación. Las fue orillando a base de golpes hacia la escalera. No corrían… lo enfrentaban. Las  cercó poco a poco. Con cada empujón de la escoba, se volteaban, y paradas verticalmente, lo amenazaban. Así, las bajó, peldaño tras peldaño y agresión, tras agresión, logrando llevarlas a la calle. En la madrugada, con el nerviosismo y aprensión a cuestas, conciliaron el sueño. El relajamiento después de la tensión, hizo que la somnolencia llegara lentamente…

 

Sintió cosquillas en la mejilla, como si lo acariciaran con un pincel, e inconscientemente se rascó. Ese ligero movimiento lo alertó: abrió con pesadez sus párpados y… el fulgor de dos miradas frente a su cara… ¡lo paralizó de terror!



martes, 15 de octubre de 2024

Sorpresa

 Sorpresa

JLLM

Una pálida luna nueva sonreía sobre el mar con los ojos húmedos, reflejando  lágrimas argentas sobre el balandro "Queen Anne’s Revenge" que hinchado en su velamen y  con vientos favorables, avanzaba  rasgando con su quilla el oleaje, salpicando perlas líquidas sobre los costados de la embarcación. 

”Barba negra” escuchó el grito del grumete desde el carajo: 

—¡Barco a babor!... ¡Barco a babor!... 

—Perico, ¿Es mercante o de guerra?

⏤Parece mercante, capitán.

Tomó su catalejo y lo enfocó en el sentido indicado: 

Un pesado galeón, enarbolando la bandera con los colores de la marina mercante española, navegaba con el viento en popa y velamen desplegado. 

El filibustero gritó: 

—¡Vamos por el tesoro!... ¡Tensen la Estay, el Bauprés y los Foques! 

¡Perico¡… a mi lado! 

Acercándose apresuradamente, le gritó:

⏤Otra embarcación fácil de capturar, Capitán.

⏤Espero que sí, Perico. Con el motín, tal vez hasta mujer consigas…

⏤Me gustan las españolas, más si son de alcurnia, dijo, soltándo una sonóra carcajada.

El rostro de la calavera con dos tibias empalmadas sobre un fondo negro se desplegó en el mástil mayor, y la nave emprendió el veloz alcance al pesado buque. Cuando estaban por lograr su objetivo, el galeón arrió su bandera y desplegó una blanca. Lo emparejaron por el costado.

 ¨Barbanegra”⏤con sus imponentes dos metros de altura, aspecto y mirada demoníacos, espadas y pistolas⏤ dio la orden de disparar un cañonazo amedrentador; al mismo tiempo que los piratas trataban de acercar la nave para lanzar sus ganchos de abordaje.

    ¡Con terror, vieron cómo se abrían las troneras de la pesada embarcación! ¡El estruendoso tronar de la artillería enemiga nubló la visión en el ambiente. El daño estaba hecho: El palo mayor había sido derribado y la pequeña embarcación escorada y herida de muerte, comenzó a hacer agua, dejándose engullir por el hambriento y profundo piélago…

Sobre el galeón la lucha era encarnizada: heridos, destripados  derramando sangre,  y piratas que saltando al mar, preferían la muerte ahogados o masacrados por los tiburones, que ensartado por una espada.

Arrinconados en la parte más extrema de la quilla, Perico y el Capitán se batían en retirada:

⏤¡Salte, capitán¡ ¡salte!, dijo el Perico, antes de lanzarse al vacío…

Cuando era atravesado por un sable, Barbanegra alcanzó a gritar: 

⏤¡no sé nadar!...

15/10724


martes, 24 de septiembre de 2024

Luz de vida y muerte

Luz de vida y muerte

JLLM

La tía Magdalena vivía en el Oro, poblado rural y minero del Estado de México en una vieja hacienda rodeada de reliquias ⏤aunque lo merecía, no se consideraba entre ellas⏤. Para conmemorar a los seres que habían partido, organizaba una verbena anual la noche del día primero de noviembre, a la que invitaba a la comunidad. La conmemoración se había hecho costumbre por la abundancia de comida y la original ofrenda, que  incorporaba espléndidos arcos de flores de cempasúchil en honor a Cihuacóatl  ⏤la recolectora de almas⏤,  el papel picado, cuyo afán por volar ayudaba al tránsito entre la vida y la muerte; y la luz de las velas, en su bamboleo, atraían a las almas al altar sahumado de copal que alejaba a los malos espíritus; la comida y bebida abundaban; esparcidas entre ellas, la múltiples fotografías de personajes muertos que incitaban a los espíritus a rememorar olores y sabores de su paso por la humanidad.

Ese día, a sus diez años de edad, Ana observaba  desde un balcón el patio de la hacienda desbordante de vida, personas ávidas de contemplar el exhorto a los espíritus de sus seres queridos. Los mariachis animaban la reunión, los fuegos artificiales, tintaban el espacio de múltiples colores. Los adultos comían, bebían y comentaban vidas ausentes, anécdotas, alegrías y fatalidades…

En el balcón, Ana, vislumbró la distinguida figura de la tía Magdalena hablando sola, moviendo sus brazos y señalando hacia los invitados. Le entró la curiosidad y atravesó el pasillo para llegar a la habitación de la tía. Desde la oscuridad del cuarto, la observó resplandeciente por la contraluz; la rodeaban cuerpos translúcidos, evanescentes, en una gran charla animada. Trató de identificarlos y ¡con sorpresa y pavor, reconoció las fotografías de la ofrenda!... Quiso huir, pero su cuerpo no respondió. Paralizada, escuchó:

—Esta será mi última transferencia, amigos,  he sido avisada qué, cuando el almendro estéril dé fruto y una niña deje correr su llanto,  me uniré con ustedes. 

Ana corrió hacía el  jardín con una lámpara en la mano, atravesando la maleza llegó al viejo árbol, recorrió con su luz el tronco y  ramas del anciano plenas de hojas y frutos, y lloró al pensar en la próxima muerte de su querida tía. Con orgullo, el longevo vegetal la consoló mostrándole su renacimiento, y con un estremecimiento de su ser, le regaló algunos frutos.



viernes, 19 de julio de 2024

Ventura

El inmenso coloso descargaba su ira contra la escollera excitando lamentos de las oscuras y desesperadas volutas que surcando presurosas la parda y colérica bóveda impactaban, con su llanto, la peñascosa muralla. Los restos del velero destrozado por el vendaval se prendían de las rocas y el casco prensado entre ellas, se deshacía con cada golpe de agua…

Cuando Agustín, exhausto y desfalleciente, abrazado a un madero llegó a la playa, el mar era manso y pródigo en luces y reflejos iridiscentes esparcidos sobre el tranquilo oleaje. El rollizo marinero pensó ser el único sobreviviente del “Ventura”. Estaba por averiguarlo cuando a la distancia vislumbró multitud de canoas acercarse al lugar del naufragio rescatando cuerpos, mercancías y utensilios, para transportarlos seguramente a su aldea. Advirtió, desde la playa a un grupo de nativos armados que presurosamente se acercaron, lo apresaron y lo desvistieron. Sorprendidos por la blancura de la piel y lo robusto de su complexión, lo picoteaban con sus lanzas y reían. Lo llevaron en vilo a su aldea y encerraron en una choza. 

El chirriar de la puerta y el resplandor agresivo del mediodía empujaron la figura de un anciano pequeño al interior; con su bastón despertó a Agustín y haciendo dibujos sobre el piso de tierra, le informó sería parte de las ofrendas al rey, que llegaría en treinta lunas. Le explicó, con ademanes grandilocuentes, que era importante y sería tratado como alguien especial: con abundancia de comida, higiene y cuidados; le indicó que le mandaría una esclava cada noche, hasta la llegada del mandatario.

Y sucedió tal cual estaba ordenado: fue bañado, aceitado y perfumado todas las mañanas; desayunaba, comía y cenaba alimentos suculentos de extraños y diferentes olores y sabores y por la noche, lo atendían jóvenes esclavas, satisfaciendo sus caprichos. Dormía en un lecho de hierbas que lo envolvían en su frescura y lo impregnaban de finos aromas. En fin, se sentía en el paraíso, con la sola excepción de su reclusión.

Escuchó los tambores y el bullicio del pueblo que reía entre bailes y aplausos. Se asomó por una rendija y vio la gran comitiva, plena de Fausto y colorido, de plumajes y ocarinas. Pasaron las horas y en la intensidad del caluroso atardecer, las esclavas lo cubrieron con un atuendo de hierbas y lo llevaron al centro de la aldea frente al estrado dónde se encontraba el rey y sus dignatarios.  

Aterrorizado, Agustín se percató del otro prisionero a su lado: de piel muy oscura, vestido similarmente. Observó también que se había encendido una gran fogata en la cocina. Al ser anunciado por los tambores, el anciano del bastón se acomodó entre ambos prisioneros y señalando alternativamente con su báculo a cada uno, solicitó al rey escoger. El mandatario, con amplia sonrisa, seleccionó a Agustín.



Sintió fuertes apretones en el tórax antes de expectorar y evacuar un torrente líquido, aspirar en forma desesperada el ansiado aire libertario y, al despertar, oír a la distancia el sonido del ulular de una sirena. 

19/07/24





sábado, 22 de junio de 2024

El vigilante


 El vigilante

JLLM

El miedo a la oscuridad nocturna escondió los más diversos temores en mi infantil espíritu. Al ir a dormir, el closet ligeramente abierto, encubría la sombra de un espectro buscando robarme el alma o,  las esqueléticas manos ocultas bajo la cama, esperaban que me durmiera y reptar sigilosamente en el cobertor para llegar al cuello con la finalidad de estrangularme, en venganza por haber moqueteado al insoportable mantecas en el callejón donde se dirimían los conflictos escolares. Cuando sentía sed, a mitad de la noche, el temor de bajar a la cocina para tomar agua se atemperaba al encender las luces de los sitios a transitar. Pero se acrecentaba de regreso, al apagarlas apresuradamente y subir corriendo la escalera hacia mi cuarto, porque sentía que presencias extrañas me perseguían.
En la desesperación de una inquieta noche, perseguido por extraños seres ¡salté al vacío!... Me levanté del suelo, sudoroso, lagrimoso y muerto de miedo. Abrí la ventana para dar paso a la refrescante brisa nocturna y permitir al fulgor albo,  proyectar la imagen de un majestuosos buho ululando sobre la rama del vetusto árbol, que con su sonido me  transmitió en ese momento, certeza de protección, seguridad y paz, sentimientos que angustiosamente  necesitaba. Al sensibilizar mi ser con su tranquilizante modo, me reconforté. A partir de esa noche, confié mis temores a ese “vigilante” nocturno que, con asiduidad, cumplió su cometido; me dio la serenidad suficiente para evitar las angustiosas noches de oscuridad nubosa y terribles presagios.
Varios años después de la muerte de mis padres regreso a la casa abandonada, envejecida, plagada de recuerdos engastados en los sitios más oscuros y en  rincones lúgubres de añoranzas, que entreveradas por pinceladas de humor y dicha familiares, arroparon mi niñez y juventud.
“Es de mala suerte ser supersticioso”, pensé y sonreí al  recordar la imagen del buho sobre la rama del viejo roble. Sin embargo, agradecí que la afirmación de mi ser juvenil se inició con el blindaje emocional que me proporcionó ese evento.  
Abrí la ventana de mi antigua habitación y observé por un rato al anciano roble e imaginé, prendido de la rama, al “vigilante” moviendo su plumosa testa y ululando, para advertir a las presencias extrañas de su presencia protectora. Concluyo que soy un ser rebosante de recuerdos y tal vez por eso, reconozco que hay algo triste en la vida. Es difícil definir lo que es, pero supongo que, al final, el cúmulo de añoranzas es tan grande y pesado, que el tiempo romperá la talega  en el Universo Infinito.                                                      
22/06/2024



jueves, 6 de junio de 2024

Desesperación

 Desesperación

Jorge

En el hermético verdor  interior de la selva alta ecuatorial, el  “Proyecto  Mercurio”: una planta generadora de biomasa,  ⏤materia orgánica que se usa como fuente de energía renovable, económica y limpia⏤ requería la localización de áreas específicas.   

  Con la bruma húmeda y gris de la madrugada permeándo sibilante la espesura, partieron del poblado: Lorenzo, el topógrafo, y Ramiro, el guía, con provisiones para dos días.


En la  pequeña oficina del “Proyecto Mercurio” de la aldea, un  bochorno gélido se adhirió untuoso a las personas que laboraban en el recinto, cuando la sofocada mujer, atribulada, y nerviosa, abrió la puerta y  con la angustia reflejada en el rostro informó que después de cuatro días, Lorenzo, su esposo, no había llegado. Preocupado, el funcionario encargado de la oficina se comunicó con el guía. Este Le informó qué, por la tarde del primer día habían localizado el lugar, pernoctaron ahí y el segundo día hicieron los trabajos correspondientes.  Partieron de regreso el tercer día, por la mañana. Después de caminar un largo trecho, discutieron sobre el rumbo a tomar y él, siguió por el que consideró correcto, llegando por la noche a su casa.

Se organizaron cuadrillas de búsqueda, avionetas y helicópteros rastrearon el espacio aéreo, sin éxito.

María, la esposa de Lorenzo, ante los resultados adversos, y desesperada, acudió con el chamán del poblado, un anciano de saberes primigenios. Enterado del problema, pidió ropa y objetos personales del topógrafo;  se encerró varias horas en una habitación y al salir, les señaló: 

—He logrado conectarme con el pensamiento de Lorenzo...  He sentido su desesperación y angustia; el miedo, la sed y el hambre que lo tiene derrotado. Exasperado, ha tratado de extraer agua de las hojas y tallos de las plantas, se ha alimentado con ellas, irritándo boca e intestinos. Ha caminado sin rumbo fijo, abriéndose paso en lo intrincado de la selva,  escuchando con desesperación el pasar de las aeronaves, sin ser avistado. Trae una revólver y le queda sólo una bala, cuatro las usó tratando de cazar animales para sus sustento. Está dispuesto a suicidarse si no logra salir de la selva, mañana… Voy a tratar de inducirlo a que camine en círculo, para que no se aleje más.

 

Llorando de desesperación, con la garganta seca y el paladar inflamado por la sed intensa que lo enloquecía, se dió cuenta que había llegado al mismo lugar de donde había partido. Era media mañana y el fatalismo se aferró a su ser, sacó el revólver de la cintura, dispuesto a cumplir la decisión tomada sobre su límite de lucha. Introdujo una bala en el cilindro, preparó el percutor, y con el brazo temblando acercó el cañón a la sien con el dedo puesto en el gatillo. Esperó un instante y respiró profundo antes de apretarlo... 

Al exhalar lentamente, creyó escuchar a lo lejos voces gritando su nombre...



miércoles, 15 de mayo de 2024

Un viaje en el momento preciso

 Un viaje en el momento preciso       

Jorge Llera

Viajó Rutilio para sus vacaciones a su lugar de origen, san Marcos del Monte, pequeño poblado de la Sierra Madre, colindante con la presa El Triunfo. Llevaba varios días disfrutando de la familia y amistades, cuando oyó el ruido ensordecedor de motocicletas entrando por la calle principal: una avalancha de gran estruendo que presagiaba  torbellinos de violencia. Cuál aves de rapiña cercando a su presa, decenas de máquinas coparon las entradas y salidas del poblado. Las personas, amedrentadas, se refugiaron en sus hogares. Individuos con cascos de extraños adornos, chamarras o chalecos de cuero con el símbolo de la suástica en la espalda, botas altas, pañoletas rodeando el cuello, cabezas rasuradas o melenudos con espesas barbas, comenzaron a apearse de sus vehículos. Con megáfono en mano el líder del grupo se plantó al centro de la plaza principal:

⏤ ¡El día de hoy, tomamos este pueblo como nuestro, para fundar la Nueva Alemania! Será el inicio de una nación de pureza étnica nacional. Desde ahora seré su Führer, su dirigente, que los llevará a alcanzar niveles altos de desarrollo. A corto plazo, conquistaremos más territorios. El tenso silencio se infiltró en una bruma pesada por las casas y comercios, impregnando de un viscoso temor a las familias. 

El toc, toc, de un llamado, fijó la atención del jefe de los rufianes. Con lenguaje pausado y tono cauteloso, Rutilio le expresó: Mi Führer, como dirigente del pueblo y, ante la incapacidad de dar respuesta bélica, aceptamos su liderazgo y nos someternos a su mandato. Sólo le pedimos que nos permita celebrar una misa en la ermita de la montaña para rezar por la nueva era.

El párroco del pueblo, con la capilla llena, leyó del Génesis 7, el Diluvio… 

¡Las esclusas de la presa se abrieron de golpe vomitando olas gigantescas que arrasaron a la Nueva Alemania y a su raza superior¡

22/04/24


 Tres versiones y una sola corrupción


Tres versiones y una sola corrupción 


“¡Cayó hacia abajo como un bulto, moviendo los brazos tratando de agarrarse del aire!” ⏤dijo a los reporteros el trabajador de limpieza⏤.

El cuerpo del ejecutivo de la empresa petrolera se había desplomado del doceavo piso. Una masa sanguinolenta cubierta de ropa exclusiva, abrazaba el candente pavimento, como el enjuiciado hacia las llamas del averno. 

El área, resguardada por las bandas amarillas impedía el acercamiento de periodistas y curiosos. Llegó el detective Godínez, con el saco al hombro, sudoroso y acompañado del agente del Ministerio Público y del médico forense. Tomaron fotografías, recopilaron muestras, medidas, y subieron a la Asesoría de la Dirección General de la empresa, situada en el piso doce. Los recibió una sobria oficina alfombrada, con mobiliario de madera color nogal y libreros cubiertos de obras extensas. En la entrada, el director general y los principales funcionarios, con caras sombrías, dieron su declaración de hechos. Como si hubiera un concierto de acuerdos, todos opinaron que había sido un desventurado accidente. Desalojaron la oficina y los equipos de investigación, procedieron a realizar su trabajo. El detective Godínez, prestó especial atención a la ventana que daba al exterior, resguardada por un gabinete lindante con su borde inferior. Tomó impresiones en el pestillo, vidrios, al mueble, la alfombra y recogió un objeto…


El dictamen del suceso por parte de la empresa fue: accidente. Por lo cual, procedió al pago del seguro y pensión a la viuda, en el lapso de una semana.

La oficina forense, dictaminó, un mes después: suicidio. Lo que invalidaría los pagos anteriormente efectuados. Sin embargo, nunca fue acreditado, por favores a la viuda.

El detective Godínez opinó diferente: asesinato. El autor es dueño de un Traje Armani azul, que perdió un botón en el evento. Se cuenta con una muestra de su ADN, rescatada de las uñas del occiso y huellas dactilares impresas en el pestillo. Su informe se archivó… por órdenes superiores.

15/05/24