domingo, 21 de octubre de 2012

La mano

La mano

“Por andar la bolsa estrecha,
no está la deuda pagada, 
porque es mejor no dar nada 
que dar lo que no aprovecha.”
Lope de Vega
Estimado amigo:

Acudo a ti como la última opción  en mi triste y desolada vida. He estado subsistiendo con  una obsesión desesperada y acuciante los últimos meses, que se ha acrecentado  desde que perdí el empleo: 
¡Una mano me persigue con intención de estrangularme!
            Lo ha hecho desde mi infancia, desde aquel infausto día que me llevaron al cine a ver la película  La mano asesina. Aterrorizado vi como le cercenaban, al nivel de la muñeca, la mano derecha a un pianista, quedando parte del smoking y el puño de la manga en ella, lo que le daba un toque impactante. Después, lo asesinaban por no pagar un adeudo a la mafia.   La mano adquirió vida propia y se volvió vengativa, persiguiendo sin clemencia a cada uno de los asesinos,  hasta ahorcarlos. Los aterrorizaba inicialmente con los primeros acordes de la sinfonía número cinco de  Beethoven, e inmediatamente, subía las escaleras a buscar a su víctima.
            Gran parte de  mi existencia se ha visto martirizada durante las noches por la visión de la mano que me persigue. En la infancia y adolescencia, durante las noches, me asomaba bajo la cama antes de dormir, me encerraba con llave, me metía debajo de las cobijas. Y aún así... me despertaban los acordes de la quinta de Beethoven. Me imaginaba que la mano reptaba silenciosa y pausadamente la escalera y, que de un momento a otro, la tendría   apretando mi cuello. Arrinconado en mi cama, sudando y nervioso la esperaba hasta que me vencía el sueño.
            Traté de analizar racionalmente mi pesadilla y nunca le encontré justificación, ninguno de mis problemas ameritaba que me persiguiera la mano. El análisis no condujo a nada.
            Últimamente, esta aterrorizante visión ha desbordado los límites de mi cordura, me persigue durante la noche y el día. La veo cuando me siento en el banco del parque, tras los matorrales; por la calle, saliendo de los almacenes; en el mostrador de la cafetería y principalmente se incorpora al brazo de mi arrendador, al del tendero de la esquina; al del Director de la escuela de mis hijos y... principalmente, al de mi esposa, cada que llego a casa.
            ¡Amigo, no puedo más!... ¡préstame diez mil pesos!


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