viernes, 12 de octubre de 2012

Instante



Instante

"El tiempo y el espacio son relativos"
Albert Einstein

Casi toda la familia estaba presente en la comida para festejar el cumpleaños ochenta de la tía Ramona. En el jardín alquilado para el evento jugaban fútbol los primos mayores, la chiquillería corriendo de un lado a otro sin un momento de calma, tropezaba ocasionalmente con las sillas de los adultos que conversaban sobre las novedades, cebando su maledicencia en los ausentes, como corresponde a una familia respetable. Dos parejas de novios buscaban lugares discretos para sus escarceos amorosos alrededor de los centenarios árboles del fondo del jardín.
            Llamaron a la comida, un bufete de guisos mexicanos. Largas filas y todos salían con platos rebosantes de mole, chorizo, frijoles, tamales y otros deliciosos pero indigestos platillos. La tía Ramona comió como si no lo volviera a hacer.
            Terminando, les  pidieron a todos que se agruparan para la fotografía familiar. En el centro, en su silla, la tía Ramona. A ambos lados, sus cuatro hijos con sus respectivos cónyuges. En la misma fila, los jóvenes del fútbol, en camiseta y sudados abrazando a sus primas, que se resistían al contacto. Atrás de la tía Ramona, las dos parejas de novios y su hermano Ángel —con su inseparable puro— comentando con sus primos la partida de dominó que habían suspendido para acudir a la foto. Al frente, hincadas y alisando sus vestidos las niñas y del otro lado, haciendo muecas y poniendo cuernos, los niños. Ambos flancos de la fotografía fueron rellenados por los demás familiares y amigos.
            El fotógrafo, contratado por internet especialmente para el evento les daba indicaciones:
            —¡Los de los extremos, péguense más! ¡Las mujeres de atrás, no se ven bien, descúbranse un poco!...
            Una voz femenina gritó: —¡Apaguen ese puro! — Y las mujeres aplaudieron, pero el tío no se dio por aludido.
            Las parejas de novios comenzaron a percibir un olor fétido que invadía el ambiente y de inmediato localizaron su procedencia: —¡Tía... contrólate, ten compasión de los que estamos detrás!
            —¡Ay hija! a mi edad puedo decirte que más vale un gas en familia que un cólico a solas; así qué ¡aguántense y respiren de lado! que sólo será un instante.
            —¡No me abracen babosos, que están sudados y huelen a león! —dijo Rosaura a sus primos.
            —¡Bájale prima...bájale!  estamos demostrando nuestro cariño.
            Se volvió a oír nuevamente la voz de Susana: —¡Tío, apaga tu apestoso puro! Sólo se oyó una carcajada como respuesta.
            Los niños se pusieron de acuerdo para ver quién hacía la cara más fea en la foto.
            —¡Atención todos! A la cuenta de tres, todos digan whisky. Uno... dos y... tres. ¡Un fuerte destello iluminó el ambiente y cegó por segundos a todos. Después... luces de colores al interior de cada uno y la penumbra.
            Quisieron separarse terminada la foto y notaron que no se podían mover, seguían apretujados y limitados por un marco. ¡Desesperados, gritaron pidiendo ayuda! Se desgañitaron, pero sus voces no emitían ningún sonido. El calor era bochornoso, humores y olores alteraban a todos. Los niños lloraban, querían deshacer sus muecas y no podían. -             ¡Tía, por favor... ya no lo hagas!
            El fotógrafo llegó a su estudio y colgó en la pared otra fotografía familiar más...




  

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