El
protocolo
-¿Cómo
está hoy don Francisco? ¿Ha disminuido su depresión con la medicina que se está
tomando?
-No doctor, nada me anima y la
verdad, después de tantos intentos por superarla lo único que deseo es morir.
No me importa la vida y tal parece que a mis seres cercanos tampoco. Dijo esto
sin observar la mirada sorprendida de la esposa. Él se encorvó en el sillón,
escondiendo la cara en su hombro mientras le resbalaban algunas lágrimas sobre
su cara.
- He estudiado su caso y en vista de
que las medicinas no le están surtiendo efecto, lo voy a invitar a participar
en el protocolo de una investigación que
estamos desarrollando; se trata de un medicamento nuevo que provoca reacciones
antidepresivas a corto plazo y se introduce al organismo a través de la piel,
conservando su efecto a lo largo del día. Estamos probando un medio novedoso de
entrada al organismo para facilitar la llegada a los centros nerviosos del
cerebro: son unas gafas, que inoculan el medicamento en las partes de contacto con orejas y nariz
en forma lenta pero constante y en dosis muy pequeñas. Hasta el momento, lo
hemos usado en varios pacientes bajo periodos de media hora diaria, con
resultados asombrosos. ¿Le gustaría participar en el protocolo?
- Doctor, usted sabe que haría
cualquier cosa por volver a la vida... ¡Acepto!
Terminados
los trámites para su incorporación, le dieron las instrucciones y le entregaron
las singulares gafas:
- Son huecas en parte de sus brazos
y el puente de la nariz, ahí tiene la suficiente dosis para un mes. Debe
utilizarlas por la mañana, durante media hora. Le vamos a pedir que documente
sus reacciones diariamente.
Se despertó con la emoción
esperanzadora de una nueva vida y la excitación propia de la expectativa de una
sorpresa. Y por vez primera en mucho tiempo, se duchó al iniciar el día, se
vistió y bajó a desayunar con las gafas puestas.
A los pocos minutos, estaba platicando
con su esposa e hijos, admirados ante un extraño que por meses había sido un objeto más en el mobiliario
de la casa bromeaban disfrutando su regreso. A la media hora de usar las gafas,
respetuoso del horario del protocolo, se las quitó. Durante el día realizó
actividades abandonadas durante su periodo depresivo y al anochecer con el
ánimo reducido, inició la transcripción de sus actividades en el diario y se fue a dormir.
Llevo
una semana en el protocolo y estoy disfrutando de la vida como no la había
hecho desde joven. El mundo me sonríe,
la naturaleza cobija mis actividades llenando mis sentidos de plenitud.
Convivo bien con las personas y estoy entusiasmado por iniciar mis actividades
de trabajo a partir de mañana.
Hoy cumplo
dos semanas en el protocolo, me siento bien, disfruto de mi trabajo y durante
el día acuden a mi mente recuerdos inolvidables de los momentos más gratos.
Invité a cenar y a bailar a mi esposa en un restaurante de lujo. Disfrutamos de
la comida, el vino y varias horas de baile continuo. Como era una celebración
especial y para que el efecto del antidepresivo fuera más duradero, me dejé las
gafas una hora. Creo que valió la pena.
Jugó mi
equipo favorito el campeonato nacional: ¡ganamos otro título!. Debo confesar
que me sentí de maravilla con haber utilizado las gafas durante dos horas. Es
la una de la mañana y mi ánimo se sostiene. Creo que los médicos no están
midiendo bien la dosis. Seguiré mi propio criterio...¡yo conozco mi cuerpo!
Cumplo
veinte días en el protocolo, mis actividades diarias están saturadas. Me siento
bien al usar las gafas medio día, mi energía depende de eso. Ayer tuve una
pesadilla totalmente vívida y me aterrorizó, terminé ovillado en un rincón de
la recámara.
Casi un mes
del protocolo y traigo las gafas todo el día. Las pesadillas se presentan con
mayor asiduidad durante la noche y ocasionalmente durante el trabajo como
visiones de una realidad aplastante, pero sé que es el precio por mi vitalidad.
Reportaje del Diario de la Tarde:
Se encontró el cadáver de un suicida
en el rellano de la escalera del edificio 457 de la calle de Donceles con una
nota que decía:
Ya
no soporto las visiones, me escondo de ellas todo el día, vivo huyendo sin
saber a dónde ir. Ya dejé de ponerme las gafas, pero el terror se acrecienta,
no puedo dormir... no como... no me acerco a mi casa por temor a que me
atrapen. Escribo esto para cumplir con el compromiso de un protocolo que no
respeté... ¡aquí me bajo!
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