domingo, 3 de marzo de 2013

El protocolo


El protocolo

-¿Cómo está hoy don Francisco? ¿Ha disminuido su depresión con la medicina que se está tomando?
            -No doctor, nada me anima y la verdad, después de tantos intentos por superarla lo único que deseo es morir. No me importa la vida y tal parece que a mis seres cercanos tampoco. Dijo esto sin observar la mirada sorprendida de la esposa. Él se encorvó en el sillón, escondiendo la cara en su hombro mientras le resbalaban algunas lágrimas sobre su cara.
            - He estudiado su caso y en vista de que las medicinas no le están surtiendo efecto, lo voy a invitar a participar en el  protocolo de una investigación que estamos desarrollando; se trata de un medicamento nuevo que provoca reacciones antidepresivas a corto plazo y se introduce al organismo a través de la piel, conservando su efecto a lo largo del día. Estamos probando un medio novedoso de entrada al organismo para facilitar la llegada a los centros nerviosos del cerebro: son unas gafas, que inoculan el medicamento  en las partes de contacto con orejas y nariz en forma lenta pero constante y en dosis muy pequeñas. Hasta el momento, lo hemos usado en varios pacientes bajo periodos de media hora diaria, con resultados asombrosos. ¿Le gustaría participar en el protocolo?
            - Doctor, usted sabe que haría cualquier cosa por volver a la vida... ¡Acepto!
Terminados los trámites para su incorporación, le dieron las instrucciones y le entregaron las singulares gafas:
            - Son huecas en parte de sus brazos y el puente de la nariz, ahí tiene la suficiente dosis para un mes. Debe utilizarlas por la mañana, durante media hora. Le vamos a pedir que documente sus reacciones diariamente.
            Se despertó con la emoción esperanzadora de una nueva vida y la excitación propia de la expectativa de una sorpresa. Y por vez primera en mucho tiempo, se duchó al iniciar el día, se vistió y bajó a desayunar con las gafas puestas.
            A los pocos minutos, estaba platicando con su esposa e hijos, admirados ante un extraño  que por meses había sido un objeto más en el mobiliario de la casa bromeaban disfrutando su regreso. A la media hora de usar las gafas, respetuoso del horario del protocolo, se las quitó. Durante el día realizó actividades abandonadas durante su periodo depresivo y al anochecer con el ánimo reducido, inició la transcripción de sus actividades  en el diario y se fue a dormir.
            Llevo una semana en el protocolo y estoy disfrutando de la vida como no la había hecho desde joven. El mundo me sonríe,  la naturaleza cobija mis actividades llenando mis sentidos de plenitud. Convivo bien con las personas y estoy entusiasmado por iniciar mis actividades de trabajo a partir de mañana.
            Hoy cumplo dos semanas en el protocolo, me siento bien, disfruto de mi trabajo y durante el día acuden a mi mente recuerdos inolvidables de los momentos más gratos. Invité a cenar y a bailar a mi esposa en un restaurante de lujo. Disfrutamos de la comida, el vino y varias horas de baile continuo. Como era una celebración especial y para que el efecto del antidepresivo fuera más duradero, me dejé las gafas una hora. Creo que valió la pena.
            Jugó mi equipo favorito el campeonato nacional: ¡ganamos otro título!. Debo confesar que me sentí de maravilla con haber utilizado las gafas durante dos horas. Es la una de la mañana y mi ánimo se sostiene. Creo que los médicos no están midiendo bien la dosis. Seguiré mi propio criterio...¡yo conozco mi cuerpo!
            Cumplo veinte días en el protocolo, mis actividades diarias están saturadas. Me siento bien al usar las gafas medio día, mi energía depende de eso. Ayer tuve una pesadilla totalmente vívida y me aterrorizó, terminé ovillado en un rincón de la recámara.
            Casi un mes del protocolo y traigo las gafas todo el día. Las pesadillas se presentan con mayor asiduidad durante la noche y ocasionalmente durante el trabajo como visiones de una realidad aplastante, pero sé que es el precio por mi vitalidad.
            Reportaje del Diario de la Tarde:
            Se encontró el cadáver de un suicida en el rellano de la escalera del edificio 457 de la calle de Donceles con una nota que decía:
            Ya no soporto las visiones, me escondo de ellas todo el día, vivo huyendo sin saber a dónde ir. Ya dejé de ponerme las gafas, pero el terror se acrecienta, no puedo dormir... no como... no me acerco a mi casa por temor a que me atrapen. Escribo esto para cumplir con el compromiso de un protocolo que no respeté... ¡aquí me bajo!





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