Sueño de libertad
Polux
Mas vale tarde que
nunca —pensó entre sueños— y venciendo la pesadez, abrió ligeramente los ojos,
distinguiendo en forma difusa la habitación desvaídamente iluminada por una luz
neón que la penumbra amenazaba someter. Le dolía el cuerpo, en particular no soportaba
las punzadas en la cabeza, se repetían constantemente. Al tratar de tocarla y
no poder mover el brazo izquierdo, se dio cuenta que lo tenía enyesado. Lo
intentó con el derecho y palpó la venda
que la cubría, la comprimió ligeramente y gimió al hacerlo. Le molestaba el
roce de su cuerpo con la cama, por las abundantes escoriaciones en espalda y
piernas.
Lejanamente oyó la voz de su madre y la de Dolores, su
pareja, platicando entre susurros, en un
escarceo de pugilismo virtual. No se habían percatado de su despertar.
La madre, en una finta provocadora, que mostraba su
destreza en el uso del jab, tratando de culpar a su rival y en defensa de su único hijo, le
manifestó:
— Desconozco cómo tropezó y cayó desde el balcón del
segundo piso, si estaba sobrio. A lo mejor fue consecuencia de algún pleito
conyugal, de los que acostumbran. Se me hace tan raro…
La nuera en una hábil maniobra de defensa, esquivó el golpe
dando unos pasos hacia atrás y lanzó un profundo izquierdazo que alcanzó el
cuerpo de la contrincante.
— No, nosotros no peleamos. Tal vez quería escapar de las
presiones a las que está sometido en el trabajo o personales, ya ve que su
carácter no es muy firme. Parece estar en constante malhumor y casi siempre sucede
cuando regresa de visitarla.
La
suegra recibió el golpe en plena cara, trastabilló y recuperando la guardia
avanzó haciendo bending —la danza estética del cuerpo alrededor de la violencia de los golpes.
Era una
boxeadora experimentada y efectiva; su capacidad de mover la cintura para
esquivar los golpes, la había salvado en muchas ocasiones.
Y contraatacó con una veloz repetición de dos rectos de
izquierda que impactaron en la cara rival:
— Él y yo no tenemos disgustos, sabe que en mi casa
encuentra siempre la comprensión y el cariño del que carece y el corresponde siendo
un hijo muy cariñoso. Tal vez le cambie el humor al llegar a su casa.
La nuera se fue hacia las cuerdas buscando un respiro, se
recargó y tomando impulso le asestó un fuerte uppercut que cimbró a la suegra y
le aflojó las piernas.
— No. Siempre está alegre; es una persona dulce y tranquila,
se desvive por complacerme. Figúrese, me dio el teléfono celular que usted le
regaló para estemos siempre en comunicación. ¿no fue un detalle lindo?
La suegra respondió girando hacía la izquierda saltando
ligeramente sobre la punta de los pies y atacó con un rápido gancho al mentón
de la contrincante:
— Sí, aunque tal vez pensó que así sabría dónde andabas,
hay tantas tentaciones en este mundo y el cuerpo es tan frágil…
La nuera aguantó a pie firme la embestida y lanzó una
serie de jabs:
— Puede ser, no lo había pensado, los prejuicios son
consecuencia de lo que vivió…
La suegra, en la lona, trata de continuar el combate…
Viendo que la conversación podría llegar a un
enfrentamiento real, Antonio decidió darse por despierto. Se quejó más fuerte y
oyó de inmediato, el ruido de las sillas al acercarse a la cama.
— Tony, bebé ¿Cómo te sientes? —dijo la madre.
— Mi amor, que bueno que
despertaste —alternó Dolores.
— ¿Cómo quieres que me sienta? me duele todo el cuerpo.
— Tienes fractura de cráneo, dos costillas rotas y el
fémur astillado; además, raspones y moretones por todo el cuerpo —dijo la
madre— ¿Cómo se te ocurrió ponerte tan cerca del barandal? Te he dicho que
tengas precaución ¿No te cansas de mortificarme?
—Señora, yo estoy más afligida ¡Imagine lo que sentí
cuando se cayó! pensando que podía haberme
quedado sola —expresó alterada.
“ Se cayó… ¡me aventaste!” —pensó él.
El dolor en cabeza y cuerpo se hacía más agudo. Antonio les
pidió solicitaran a la enfermera un calmante y lo dejaran dormir.
Una vez solo y con el efecto del tranquilizante, comenzó
a revisar la habitación; los rayos de sol del atardecer entraban por la ventana,
filtrando por las cortinas haces desparramados que rozaban superficialmente la
cama y acariciaban el cuerpo con calidez.
Relajado por la acción del medicamento, comenzó a oír la
música de una canción que le recordaba un fin de semana con su padre en la
cabaña del bosque, entre frondosos árboles y el sonido del agua al transcurrir
por el riachuelo cercano. Añoró los paseos por el sinuoso camino y los encinos
cubriendo la cabaña con una idílica sombra, mientras la brisa fría lamía sus
cortezas y llevaba el aroma navideño al olfato; las pláticas amenas sostenidas frente a la
chimenea, en las que desmenuzaban vidas y sentimientos. En esos fines de semana
lo conoció más que en toda su vida.
Antes de quedarse dormido, concluyó que su padre al
cruzar imprudentemente la calle y no atender al grito estruendoso de su madre: …¡Antonio
detente! Había rechazado la dominación e iniciado su independencia.
Un sentimiento de placer y una sonrisa acompañó el
principio de un sueño de libertad.
28 de enero de 2014
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