martes, 11 de febrero de 2014

Espíritu de libertad

Espíritu de libertad


La dictadura se presenta acorazada
 porque ha de vencer.
La democracia se presenta desnuda
 porque ha de convencer.
Antonio Gala

¡El Chacal nos apresó obligándonos a la renunciar! —comentó el mandatario. Pensar que yo le di el poder. Su ambición lo orilló a buscar al Embajador Wilson, la eterna piedra en el zapato,  para que apoyara el golpe de Estado.
           Taciturno, el vicepresidente lo escuchaba recargado en un rincón de la celda. El rostro delgado, aguileño, subrayado por un bigote lineal, denotaba indignación, desesperación e impotencia; su aspecto astroso reflejaba el maltrato de los últimos días. Soportaba con dificultad el frío de la noche invernal. Se distrajo de la plática, y la nostalgia lo envolvió con calidez en el recuerdo de María y los niños. José María, evocó paseos por los jardines de su casa en Mérida, días de tranquila diversión familiar en la playa y largas horas destinadas a la lectura y poesía, le prodigaban un remanso de paz en su agitada vida política. Conservaba la esperanza de volver. Su liberación se fincaba en la defensa que los representantes de los países amigos hicieron a su favor.
           El presidente recorría su celda interiorizando sus preocupaciones:
          —Tengo que salir de aquí, contactar a las fuerzas leales, a mis seguidores; retomar el mando; restablecer la alianza con Emiliano en el sur, y aplacar a Pascual Orozco, en el norte.
          Transitaba inquieto y pensativo por la celda; acariciaba nerviosamente su barba, y acomodando repetidamente las gafas sobre su nariz, maquinaba su escapatoria…
        —Ya lo he hecho antes, debo serenarme y tratar de lograr la concentración necesaria para establecer comunicación  con José Ramiro.
          El espiritismo había marcado el rumbo en los actos trascendentes de su vida pública y privada; orientaba sus más importantes decisiones con esta práctica y estaba seguro de que ahora, no lo defraudaría.
          Pidió papel y lápiz al carcelero, e inició el rito con las piernas cruzadas, la espalda recta, cabeza levantada y ojos cerrados. Su facultad de médium había alcanzado niveles muy elevados y podía ponerse en trance mediante un acto profundo de concentración. Comenzó el llamado con voz sorda y queda, arrastrando las palabras, repitiéndolas  con monótona regularidad, solicitando con insistencia que acudiera el espíritu:
         —José, ven… manifiéstate… te necesito. José, materialízate en mí… incorpórate a mi cuerpo…
       Pasaron largos minutos después de la solicitud, sin ningún cambio. Tras la larga espera, la cabeza inició un movimiento lento, acompasado y constante, como el ir y venir de las olas de un mar en calma, o el acompañamiento de una melodía interior marcada por un metrónomo, o quizá, el tictac del reloj rubricando los últimos momentos de su vida.
     Súbitamente, cambió y se tensó. En una rigidez pétrea se confundió con el entorno emitiendo sonidos guturales, palabras confusas e incomprensibles; impasibilidad en el rostro, que  bañado en sudor, denotaba una fuerte convulsión interna, la invasión de energía en su cuerpo timorato, recibiéndola palpitante, se expresaba en exhalaciones de un vaho gélido, como el ambiente lúgubre y húmedo del lugar. Sin abrir los ojos, tomó el lápiz, dirigió la mano al papel y con agilidad de trazo, deslizó palabras sobre la hoja. Terminando desvanecido sobre el piso de piedra.
       El vicepresidente corrió a su lado, lo reanimó palmeándole ligeramente las mejillas y le entregó el mensaje escrito. Aún aturdido por el esfuerzo, se acomodó los espejuelos y leyó:
       “ Soldado de la libertad y el progreso, luchador infatigable, prepárate para ser llamado apóstol de la democracia y considerado uno de los héroes más eminentes de este país. Acompaña al pelotón y cumple tu destino histórico”. *
        —¡Vienen por nosotros¡ ¾le comentó a José María. Los embajadores lograron nuestro rescate.
     No había terminado de hablar cuando oyeron multitud de pasos firmes y marciales que se acercaban a la celda. El chirriar de los goznes de la reja le hizo emitir una sonrisa, su libertad  anunciaría al país  el reencuentro con el camino por la democracia.
            El teniente del destacamento le hizo el saludo militar; el sonido de los tacones  le dio tranquilidad, y se sintió protegido.
            — Señor Presidente, acompáñenos, se va exiliado a Cuba.
         Con alegría por su libertad y el cansancio agotador de varios días de tensión, caminó junto a José María, escoltados por los militares. Dispuestos a iniciar un nuevo derrotero se adelantaron al batallón para abordar el vehículo. Caminaban apresuradamente hacia el transporte cuando escucharon a sus espaldas las explosiones repetidas y mortales de la aplicación de la ley de fugas...
          Las manos etéreas de José Ramiro arroparon la caída del presidente, y con un emotivo abrazo, sellaron  su  vínculo definitivo… 
*Diarios espiritistas de Francisco I. Madero

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