jueves, 20 de febrero de 2014

Las notas fúnebres del arcoíris






Las notas fúnebres del arcoíris


Polux


 Las armonías del sonido y del color pueden
 relacionarse por ser ambas fenómenos vibratorios.
Isaac Newton
(1642-1727)

Mauricie era un artista cotizado en el Stadtpark de Viena, principal parque de la ciudad, dónde exponía sus obras; pintaba mientras escuchaba música. Sus pinceles  se deslizaban  sobre los lienzos con la rapidez, el ritmo y lo armónico de una sinfonía o un concierto. Poseía el raro don de la sinestesia. Aseguraba a sus compradores y a los demás pintores que él no creaba, que las composiciones musicales tenían vida y colorido propio. Sólo interpretaba los cuadros musicales de los grandes compositores. Dejaba que su mano fuera dirigida, no establecía ninguna voluntad en el trazo: era un dictado y él obedecía.
            Al momento de exponer su obra, ponía en el reproductor la música que lo había inspirado. El efecto era abrumador, la interpretación enmarcaba de tal modo los lienzos, que aunque el común de los oyentes no lo comprendiera, sentía la armonía y plasticidad de los acordes expresados y el colorido delineando medios tonos de un scherzo; el andante pasivo del azul del cielo, el allegro de una mañana luminosa de primavera o el adagio naranja de una puesta de sol.
            El estilo de sus cuadros podía variar del naturalismo de un vals al impresionismo de la música de Debussy, con  ampliación de las tonalidades y descomposición de la sonoridad en el mayor número de colores, y el perfecto acoplamiento de la armonía y la melodía; hasta el arte abstracto de Schoenberg cuyas obras se caracterizan por atmósferas febriles y excitantes.
            Nunca había intentado pintar con música viva durante un concierto, tenía inquietud por hacerlo. Solicitó permiso y acudió a la representación de la Misa de Réquiem de Mozart (K. 626) Instaló su caballete frente a la orquesta, acomodó el lienzo y dispuso las pinturas en la paleta.
            El director tomó la batuta y dio inicio la música con el Introitus interpretado por la soprano y el coro. De inmediato el pincel de Mauricio comenzó a mandar en el lienzo, el cielo azul pálido de la interpretación del coro surgió en los primeros trazos. Algunas nubes dispersas, trazadas por la voz de la soprano dieron vida a un cielo claro.
            En el Kyrie Eleison, el coro perfiló delicados verdes en el campo de armónicos montes distantes. Prosiguió la Sequentia,  y las voces de la soprano, el contralto, el barítono y el tenor, plasmaron en el cielo un arcoíris de sonidos. En el Ofertorio, con un canto lento y largo dibujó una tumba en la base del arcoíris; en el Sanctus, se dividió en dos partes, manando el carmesí de una nota alta sobre la tumba y dibujando las siglas de Mozart. Las notas  altas se escurrieron por la tumba para señalar el nombre de su asesino:
             Antonio Salieri, el eterno rival del compositor.
            Lo había mandado a envenenar y post mortem, él lo denunciaba.

20 de febrero de 2014
           




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