La gran batalla
Polux
…Y
el Capitán Marte, después de la gran batalla se dirigió velozmente a los
aposentos del castillo donde se encontraba cautiva la bella Beatriz, derribó la
puerta a hachazos y entró abruptamente. Estaba desmayada y a su lado un recipiente
con un líquido pardo. Intuyó que era un brebaje que la había forzado a ingerir
el malvado Tron, rey de los bárbaros. La levantó en brazos y llevó con el médico de su ejército. Tras
aplicarle algunos medicamentos, Beatriz despertó, y al ver a su salvador le dio
un largo beso…
— ¡Y ahora a dormir! Que mañana
tienes que ir a la escuela —dijo la madre.
— No me gustó el final ¿Por qué
tenía que besarlo? ¿Y qué pasó con Tron?
— Escapó en su brioso corcel negro,
seguido por Farfax y su escolta de guerreros bárbaros, jurando vengarse y
recuperar a Beatriz, para llevarla a su lejano reino. Es otra historia de la
que hablaremos algún día. Dame un beso y métete a la cama. Hasta mañana… te
apago la luz.
En la noche veraniega el rescoldo de
un día caluroso abrumaba el ambiente; la brisa
filtraba aromas por la ventana y transpiraba humedad con olor a hierba. Carlitos,
recostado sobre su cama, observaba la luz amarillenta de la luna, que animaba
las sombras proyectadas de las ramas del árbol del jardín por la ventana, arañando
paredes y lanzando mandobles de brazos guerreros, cuyos movimientos
tentaculares buscaban ansiosos el cuerpo del Capitán Marte y localizar a
Beatriz para llevarla al reino de Tron.
Se percató del peligro y de
inmediato buscó la protección bajo su cobertor. Enconchado, asomó
cautelosamente la cabeza para estudiar el campo de batalla. Eran muchos, pero
aún no lo habían localizado. Tron, convertido en el gorila negro y su aliado Farfax en rana, dirigían el sorpresivo ataque. Nervioso pensaba ¿Cómo
repeler la agresión? ¿Dónde estaba su espada?
Conforme aumentaba el viento, los
guerreros invadían el cuarto con mayor determinación. No debía permanecer en
ese lugar, lo iban a descubrir en algún momento.
Recordó que la espada estaba debajo
de la cama. Con la boca seca y sudando, cogió la almohada, comenzó a
desplazarse tras la manta hasta la orilla y se deslizó al piso. Tomó la espada
y observó desde la oscuridad que los bárbaros arañaban las puertas del closet,
sospechaban del pasadizo secreto que conducía a las habitaciones donde había
escondido a Beatriz. Tendría que salir a pelear.
Escudado, con la espada en ristre
abandonó su refugio, saltó frente a Tron y de una patada en el cuerpo lo mandó
al fondo del cuarto gritando:
— ¡Pelea, vas a saber lo que es
desafiar al Capitán Marte!
Volteó
rápidamente para parar un ataque por la espalda, amortiguó el golpe con su
escudo y lanzó dos rápidos espadazos que derribaron a Farfax y lo proyectaron contra la base de la cama.
— ¡Eso te pasa por cobarde!
De un salto se puso frente a las
puertas del closet para evitar que los brazos guerreros las destrozaran. Al
enfrentarlos, se prendieron de su cara y cuerpo las sombras oscuras. La pelea
era a muerte, giraba su espada hacia la izquierda y derecha, asestando
tajos y derribando enemigos. Mientras
luchaba se dio cuenta que no acabaría con ellos de esa forma.
“Hay que liquidar al jefe para que
los guerreros pierdan valor y se dispersen. Lo tengo que hacer rápido antes de
que me canse más.”
Se encaminó al rincón con la espada
por delante y el escudo esperando el contraataque. Se abalanzó sobre el rival. Tron
paró el golpe, deteniendo el brazo del capitán y escurriéndose hacia un lado.
Contendieron cuerpo a cuerpo durante un largo rato hasta que el bárbaro, en un
movimiento sorpresivo, cayó sobre el capitán, obligándolo a recostar su cabeza
sobre el escudo al presionarlo del cuello, asfixiándolo y provocando que fuera
perdiendo el conocimiento. El capitán haciendo vanos intentos por desenlazarse,
disminuyó lentamente su resistencia…
La luna, arrepentida de haber proyectado
la venganza de los guerreros sombríos, oscureció el entorno cobijándose en las nubes;
la brisa la comprendió y detuvo bruscamente su aliento. Sólo quedó flotando en
el silencio de la habitación el rescoldo de un calor húmedo y el olor penetrante
a hierbas.
La madre abrió la puerta de la
habitación y sonrió con ternura al ver a Carlitos dormido en el piso abrazando
a su gorila de peluche y a la rana de tela verde a un lado de la cama.
16
de febrero de 2014
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