domingo, 16 de febrero de 2014

La gran batalla

La gran batalla
Polux
…Y el Capitán Marte, después de la gran batalla se dirigió velozmente a los aposentos del castillo donde se encontraba cautiva la bella Beatriz, derribó la puerta a hachazos y entró abruptamente. Estaba desmayada y a su lado un recipiente con un líquido pardo. Intuyó que era un brebaje que la había forzado a ingerir el malvado Tron, rey de los bárbaros. La levantó en brazos y  llevó con el médico de su ejército. Tras aplicarle algunos medicamentos, Beatriz despertó, y al ver a su salvador le dio un largo beso…
            — ¡Y ahora a dormir! Que mañana tienes que ir a la escuela —dijo la madre.
            — No me gustó el final ¿Por qué tenía que besarlo? ¿Y qué pasó con Tron?
            — Escapó en su brioso corcel negro, seguido por Farfax y su escolta de guerreros bárbaros, jurando vengarse y recuperar a Beatriz, para llevarla a su lejano reino. Es otra historia de la que hablaremos algún día. Dame un beso y métete a la cama. Hasta mañana… te apago la luz.
            En la noche veraniega el rescoldo de un día caluroso abrumaba el ambiente; la brisa  filtraba aromas por la ventana y transpiraba humedad con olor a hierba. Carlitos, recostado sobre su cama, observaba la luz amarillenta de la luna, que animaba las sombras proyectadas de las ramas del árbol del jardín por la ventana, arañando paredes y lanzando mandobles de brazos guerreros, cuyos movimientos tentaculares buscaban ansiosos el cuerpo del Capitán Marte y localizar a Beatriz para llevarla al reino de Tron.
            Se percató del peligro y de inmediato buscó la protección bajo su cobertor. Enconchado, asomó cautelosamente la cabeza para estudiar el campo de batalla. Eran muchos, pero aún no lo habían localizado. Tron, convertido en el gorila negro y su aliado Farfax en rana, dirigían  el sorpresivo ataque. Nervioso pensaba ¿Cómo repeler la agresión? ¿Dónde estaba su espada?
            Conforme aumentaba el viento, los guerreros invadían el cuarto con mayor determinación. No debía permanecer en ese lugar, lo iban a descubrir en algún momento.
            Recordó que la espada estaba debajo de la cama. Con la boca seca y sudando, cogió la almohada, comenzó a desplazarse tras la manta hasta la orilla y se deslizó al piso. Tomó la espada y observó desde la oscuridad que los bárbaros arañaban las puertas del closet, sospechaban del pasadizo secreto que conducía a las habitaciones donde había escondido a Beatriz. Tendría que salir a pelear. 
            Escudado, con la espada en ristre abandonó su refugio, saltó frente a Tron y de una patada en el cuerpo lo mandó al fondo del cuarto gritando:
            — ¡Pelea, vas a saber lo que es desafiar al Capitán Marte!
            Volteó rápidamente para parar un ataque por la espalda, amortiguó el golpe con su escudo y lanzó dos rápidos espadazos que derribaron a Farfax y lo proyectaron contra la base de la cama.
            — ¡Eso te pasa por cobarde!
            De un salto se puso frente a las puertas del closet para evitar que los brazos guerreros las destrozaran. Al enfrentarlos, se prendieron de su cara y cuerpo las sombras oscuras. La pelea era a muerte, giraba su espada hacia la izquierda y derecha, asestando tajos  y derribando enemigos. Mientras luchaba se dio cuenta que no acabaría con ellos de esa forma.
            “Hay que liquidar al jefe para que los guerreros pierdan valor y se dispersen. Lo tengo que hacer rápido antes de que me canse más.”
            Se encaminó al rincón con la espada por delante y el escudo esperando el contraataque. Se abalanzó sobre el rival. Tron paró el golpe, deteniendo el brazo del capitán y escurriéndose hacia un lado. Contendieron cuerpo a cuerpo durante un largo rato hasta que el bárbaro, en un movimiento sorpresivo, cayó sobre el capitán, obligándolo a recostar su cabeza sobre el escudo al presionarlo del cuello, asfixiándolo y provocando que fuera perdiendo el conocimiento. El capitán haciendo vanos intentos por desenlazarse, disminuyó lentamente su resistencia…
            La luna, arrepentida de haber proyectado la venganza de los guerreros sombríos, oscureció el entorno cobijándose en las nubes; la brisa la comprendió y detuvo bruscamente su aliento. Sólo quedó flotando en el silencio de la habitación el rescoldo de un calor húmedo y el olor penetrante a hierbas.
            La madre abrió la puerta de la habitación y sonrió con ternura al ver a Carlitos dormido en el piso abrazando a su gorila de peluche y a la rana de tela verde a un lado de la cama.
           

16 de febrero de 2014

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