viernes, 23 de mayo de 2014

El mundo al revés

El mundo al revés


Quede al revés o al derecho,
 lo que se hizo ya está hecho.
Anónimo


Sonaron los tambores de alerta y el lago se llenó de canoas, de gritos manifestando odio hacia los invasores que estaban cercados en el palacio de Axayacatl. Los españoles trataron de burlar el cerco y salir combatiendo con dirección de Tlaxcala. Cargados con lo que pudieron robar del tesoro de Moctezuma Xocoyotzin huían de la furia de los guerreros aztecas y sus aliados; los soldados tropezaban mientras combatían,  y  tiraban las joyas a la laguna en el acto desesperado de salvar su vida. El lago se cubrió de negrura, la mancha de embarcaciones avanzaba como hormigas, vallando la salida de los invasores. La masacre tintó de rojo las zonas litorales;   combatientes y animales heridos saturaban el ambiente con gritos y gemidos de dolor. Obstaculizaban la huida restos humanos diseminados en el campo de batalla; numerosas bestias despanzurradas relinchaban de dolor tratando de levantarse y huir de esa vorágine incomprensible de odio y ambición. La sangre hacía pastosa y resbaladiza la superficie, imposibilitando el caminar o correr sobre ella. Los españoles fueron diezmados, y Hernán Cortés tuvo que rendirse ante Cuitláhuac, jefe del ejército mexica.
El pueblo pedía el sacrificio de los invasores, quería sangre para ofrecerla a Huitzilopochtli; anhelaba venganza: destazar, masacrar a los invasores, desaparecer aquella inmundicia humana que alteró la vida de la ciudad; quería acabar con esos semidioses que habían traído enfermedades y muerte.
            El Consejo de Ancianos deliberó toda la noche. Y en la madrugada, teñido el lago de rojo, de olor a muerte y destrucción, pululado de aves carroñeras disputándose la podredumbre del ambiente; de cadáveres flotando como tulillos o chalupas, de chozas quemadas y humeantes que oscurecían el horizonte, dio su veredicto: No más muertes, necesitamos aprender sus costumbres, su cultura...
            Así, los agresores sobrevivientes fueron esclavizados y obligados a mostrar a los jóvenes mexicas la crianza de animales domésticos traídos por ellos: aves, cerdos, borregos, cabras, burros y caballos; a enseñarles la extracción y manejo de los metales duros; la elaboración de armas de fuego, la fabricación de pólvora y proyectiles; el uso de la rueda en el transporte; el papel y la imprenta. Los escasos mandos sobrevivientes instruyeron al enemigo en el manejo de armas occidentales. Cortés abandonó su soberbia y prepotencia ante el convencimiento firme de un látigo lacerante. Se convirtió en instructor de los ejércitos y estratega en los combates que el pueblo mexica emprendía para establecer su dominio en tierras lejanas.
            Tenochtitlán se recuperó, los mexicas afirmaron su autoridad sobre todas las tribus del continente. Con la utilización de armas españolas, sojuzgaron la rebeldía de los pueblos y conformaron la gran civilización que floreció en los siguientes lustros.
            Conforme extendían su autoridad por tierra, iniciaron la fabricación de embarcaciones de mayor calado, para agilizar el comercio y establecer la flota guerrera que resguardara sus costas.
            En el Calmecac se estudiaba, aparte de las materias tradicionales, las culturas extranjeras. Ante la necesidad de ser eficientes en la administración de territorios tan vastos, se optó por crear nuevos procesos e instrumentos que facilitaran el trabajo; se instauró un instituto encargado de desarrollar armamentos. Diseñaron innovadores artefactos de guerra, mortíferas máquinas que centuplicaron su poderío destructivo, permitiendo que varios decenios después del episodio de la Noche Triste en la gran Tenochtitlán, se contara con armamento avanzado, un ejército y armada disciplinados, capacitados en estrategias militares, integrados por combatientes bravíos, comprometidos con la nación, y ardientemente motivados por el recuerdo.
           
Cuitláhuac Tlapoloani ¾el conquistador¾ tomó la decisión, y el Consejo de Ancianos lo apoyó, de invadir a España, con la finalidad de colonizarla como ellos habían pretendido hacerlo con las tierras mexicas. Se formó una gran flota de guerra con navíos armados y de transporte de tropas. Meses después, partieron de la playa de Chalchihuecan, lugar dónde había desembarcado Cortés en abril de 1519. La salida fue apoteósica. Poblaciones enteras se volcaron a despedir a los guerreros, que los saludaban desde lo alto de las embarcaciones agitando sus penachos con plumas multicolores y algunos, luciendo vistosas capas de piel de jaguar. Los más intrépidos llegaban a quitarse sus maxtles (taparrabos) moviéndolos sin rubor por encima de la cabeza, y sonreían a sus familiares que los apoyaban lanzándoles flores. El sonido de los teponaztlis y huehuetls de guerra invadía el ambiente; los chichitles y tlapitzalis los acompañaban con música de viento, armonizando la rudeza de las graves percusiones. A una seña del caudillo, el barco insignia lanzó un bufido ensordecedor e inició la aventura…

Un guía alto, delgado, moreno cobrizo, de nariz recta, ojos y cabello oscuros, dirigía la palabra al grupo de turistas que lo rodeaban en la parte alta de la pirámide y  escuchaban atentos:
            —Esta es la pirámide del Templo Mayor de Madrid, fue construida sobre una iglesia católica hace tres siglos en honor de nuestro dios Huitzilopochtli, cuando el ejército mexica conquistó al país que llamaban España.











            




            

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