Amistad
Un amigo es alguien
que lo sabe todo de ti
y a pesar de ello te quiere
Ahí
va caminando Pedro rodeado de amigos, como de costumbre. Su buen humor y
compañerismo permiten que nunca ande solo. Seguramente van al partido de
futbol. No me atrevo a ir con ellos porque aún no le he pagado las monedas que
me prestó. Me comprometí a devolverle el dinero hace un mes. La verdad, no he
podido juntarlo. Seguro pensará que me estoy haciendo el desentendido. No ha
dicho nada, no me ha cobrado, pero sé que lo hará.
Saludó
desde lejos levantando la mano y dirigiéndome una sonrisa. Tal vez piense que
actuando así le pagaré más rápido. No quiero que me considere moroso y por el
retraso, no vuelva a prestarme. Si
pudiera cubriría la deuda. Lo molesto es sentir su coacción.
Agradezco
me haya salvado con unas monedas del apuro económico y sufro cuando estando
juntos, condescendiente sonríe; platica de todo con una complacencia que me
descontrola, y no habla del préstamo. Parece el juego del gato y el ratón: se
divierte atrapándome y dejando que huya, hasta que en cualquier momento se
canse; es un artilugio sadomasoquista, el arma que lo sitúa en una posición de
dominio constante, le otorga el poder de control sobre mis acciones y opiniones.
Me somete, y obliga a una amistad servicial, como pago de intereses usureros.
Hablé
para explicarle mi incapacidad de solventar la deuda, y contestó que no me
preocupara, esperaría el tiempo necesario, no le urgía el dinero. Sigue
lastimándome con su indulgencia y lo disfruta. Estoy desesperado, no se qué
hacer.
Sigo
dado vueltas al asunto del préstamo de Pedro, y lleguoma la conclusión que con
mis ingresos actuales no podré pagar. Además, su bonhomía molesta, su
personalidad confronta, revelando lo más oscuro que hay en mí. Como espejo refleja
lo contrario de lo que soy, descubre la mezquindad que me carcome… la maldad
que habito. Y ante esta situación, no hay mas que dos opciones: transformar mi
modo de pensar y actuar en la vida, practicando la ética y los valores morales
de la sociedad o, desaparecer el azogue reflectorio de mis debilidades…
Lo
cité por la noche en el Cerro del Capulín, lugar apartado del pueblo y
deshabitado. Se extrañó, y para evitar suspicacias le dije que quería tratar un
asunto íntimo de familia.
Escucho
el ruido que hace al subir por la vereda, el crujir de ramas de los arbustos se
oye cada vez más cercano. Agazapado entre la maleza, observo el claro por donde
pronto aparecerá Pedro. La luminosidad de la luna da vida de plata a la
espesura, mientras la tensión está por
desencadenar la energía acumulada por el tiempo de espera que me liberará del compromiso.
Percibo su cercanía, distingo el movimiento entre los arbustos, espero que
cruce por el claro y… ¡aprieto el gatillo! Al escucharse la detonación el
ambiente se altera, la existencia modifica el rumbo y el destino trastorna
mi vida…
En la crujía, espero con paciencia el término de
la sentencia de seis meses por la caza furtiva de un ciervo, y aguardo la
respuesta de Pedro, mi amigo, sobre la solicitud del préstamo para pagar la
multa.
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