La
posesión
Pólux
"Soy un hombre intranquilo,
nervioso,
muy nervioso; pero no estoy loco, como
dicen los médicos..."
Médium
Pío Baroja
Le sonreí al amigo de Román a través de ella. Percibí
que notó el gesto raro y se asustó. No sé transmitir sentimientos humanos y
ellos, lo notan. Mi sonrisa es extraña, ausente, como si no perteneciera
al cuerpo que la emite; el gesto
mecánico
de una marioneta burlándose del mundo de los vivos. La existencia simulada, alegría
agria de lo etéreo.
la posibilidad de cambiar de cuerpo me resulta
atractiva. Ella fue el vehículo que me permitió materializarme. La poseí por su
alta sensibilidad y poca resistencia a mi dominio incorpóreo. Sin embargo, el
muchacho representa un reto: un ser fuerte, combativo e independiente, que me
permitirá disfrutar una existencia material convertida en hombre.
Tengo que llamar su atención,
buscar un medio para poseerlo, incautar su espíritu, dominar su resistencia,
aniquilar su voluntad. He
esperado tanto, que no me importa hacerlo más. El tiempo es invento de los
humanos, para nosotros sólo espacios y los cruzamos sin dificultad.
Ya no viene a visitar a Román,
percibe mi presencia, mis intenciones. Tiene miedo. Lo enfermaré para forzarlo. Le haré padecer un mal que lo
mantenga en cama y ponga grave, que obligue
a su amigo a presentarse en esta casa.
utilizaré la
telequinesia para inducirlo a prestar atención e ir capturando su mente. Por
medio del fluido psíquico enviaré energía a la campana de la puerta y la haré
sonar para que investiguen. Lo haré todos los días hasta controlar su mente.
Llevó una semana
repiqueteando en la entrada. En un principio acudían a abrir, asomaban y salían
a la calle a buscar quién tocaba. Después, sospecharon que les estaban jugando
una broma y salían corriendo. Al no encontrar a nadie, dejaban entreabierto
para sorprender al bromista. Optaron por quitar el cordón a la campana y a pesar
de eso, la sigo haciendo sonar. Esto los espantó, y el amigo de Román,
aterrorizado al comprender que estaba presenciando un fenómeno superior a
su entendimiento, escapó despavorido.
He logrado mi objetivo, ya estoy
dentro de él. No se ha enterado aún. Me siento fuerte y firme en este
cuerpo joven. Me posesiono lentamente de todo el organismo. Comienza a sentir
mi presencia por las vibraciones en su cerebro; inicio con un movimiento
trepidatorio imperceptible y se agudiza causando fuertes dolores de cabeza. Es
necesaria esa agitación para dominar por completo al cerebro. Sin embargo, se
resiste y su cuerpo combate mi intento de posesión. Es una lucha desgastante
que al final voy a ganar, como siempre.
Lo llevaron al psiquiatra y después de
los exámenes correspondientes, le diagnosticaron esquizofrenia. Esto me permite actuar
con libertad dentro de él y justificar ante los demás sus actitudes.
Llevo años conviviendo con él; sigue sosteniendo la defensa
de su cordura ante familiares, amigos, médicos, y en el hospital en que
residimos. No le gusta que lo fotografíen porque a veces aparezco junto a su
imagen. Es mi espíritu exhibicionista que no puedo controlar. Me pasó desde mi
anterior huésped. Tampoco se mira en los espejos porque me ve sonreírle y al
parecer me detesta. Estamos correspondidos, pienso cambiar de huésped.
Estoy aburrido, para divertirme lo
pondré
irascible, lo estimularé con desesperación, ansiedad y coraje. ¡Ya está¡ Se
volvió un energúmeno, ya golpeó a dos compañeros y a los enfermeros, queriendo
controlarlo lo están persiguiendo por los jardines del hospital. Me divierte
que se haya saltado la barda y escapado. Ya corrió dos cuadras y acaba de
atrapar a un policía por la
espalda, le quitó el arma y... ¡Se la
puso en la sien!... ¡No lo hagas!... ¡No!
—¡Adiós cabrón!... ¡Bang!
10 de junio de 2014
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