miércoles, 29 de agosto de 2018

Pequeños errores


Pequeños errores

Gárgamel


El doctor Chernavsky explicó: “Se ha logrado decodificar el ADN de la bacteria encontrada viva en una antigua capa de permafrost. El organismo libera sustancias que activan el sistema inmunitario, posibilitando vivir como el Matusalem bíblico. Actúa diferente formas según la cromaticidad de la radiación. En el laboratorio no se han detectado daños colaterales. El tratamiento comercial saldrá a la venta en varias presentaciones: verde, asegura quince años más, a la vida actual; azul, treinta; roja, cincuenta. La provisión es limitada". En horas, los hombres más ricos del mundo, agotaron la existencia. 
   Se les administró el tratamiento, en un hospital especializado. mientras observaban imágenes del color correspondiente, danzar en la pantalla.

La noticia por televisión, radio, y prensa escrita, asombró a la población, e impactó las bolsas de valores de los principales países del mundo: “Suicidio masivo de millonarios…”




Amor adolescente




Amor adolescente

Jorge Llera

Transitábamos por aquel camino empedrado que se perdía a lo lejos en la arborescencia de los añosos árboles. Esa tarde la lluvia había precedido el encuentro, enriqueciendo nuestro paseo con humedad y olor penetrante a tierra mojada. La lentitud al andar nos permitía evadir los charcos y acercar los cuerpos. El roce ocasional de las piernas levantaba la breve falda tableada, y erotizaba mis sentidos al admirar de soslayo la tersura juvenil de la piel en los muslos. Al acercarme a besarte con ternura el cuello percibí sutilmente un aroma volátil emanando de tu grácil figura, y lo inhalé hirviendo de pasión. Entrelacé fuertemente los dedos, emulando nuestras piernas en la unión de los cuerpos, o como las ramas, en la oscuridad cómplice del follaje.
       Recargados en el ahuecado árbol que arropaba nuestro romance te di un amoroso beso, mientras las manos sedientas de calor exploraban tu intimidad con la delicadeza del colibrí succionando la miel en la flor turgente del caluroso verano.
       Manifesté de manera torpe, con palabras cortadas, lo que mis sentidos vociferaban ansiosamente: ¡Te quiero!, ¡te quiero, tanto!.. ¡Es un amor tan candente, que el mismo infierno, se avergonzaría de su frialdad!…
       Los rayos oblicuos del atardecer alargaron las sombras, que reptaron lentas alcanzando nuestros cuerpos. Con brusquedad separaste el cuerpo de las caricias amorosas, la falda volvió a deslizarse sobre las piernas y, dijiste con nerviosismo:
       ¾Me tengo que ir, es muy tarde, mis padres estarán preocupados… Una apresurada carrera, alejo tu imagen, y con pesadumbre la vi alejarse acompasada con el vaivén de la falda y el movimiento sincrónico de las calcetas blancas. Alterado, abracé el tronco protector del árbol alcahuete que nos cobijó con deleite. Descansé mi cabeza en su corteza, y lloré amargamente mi frustración.
       Caminé, caminé y caminé, hasta que la frialdad de la noche entibió el ánimo y pude ir a casa con el ánimo de descanzar.
      
Las piernas largas de Natalia me abrasaban al enlazarme con fruición. El sudor de ambos, como lubricante salado y viscoso,  facilitaba el deslizamiento de los cuerpos. Levanté mi torso sin separarme y vi su rostro sonriente enmarcado por la cabellera castaña, desparramada en una medusa sensual entre los blancos almohadones que acolchaban nuestros movimientos. Sus pequeños senos moviéndose armónicamente, balanceaban cerezas en una provocación implícita a degustarlas. Con delicados movimientos de la lengua lo hice, lenta y ligeramente en forma circular, alterna, y continuada, hasta que enhiestas me pidieron las succionara…  Nuestros simultáneos quejidos aumentaron la excitación, confundiéndonos en un solo cuerpo cuando el paroxismo amatorio estalló.

Me levanté temprano, quité la ropa de cama, la metí a la lavadora, y bajé a desayunar con el ánimo alegre de un día soleado.