Martinillo
Jorge Llera
¡Martinillo,
martinillo, ¿dónde estás?, ¿dónde estás?!, toca la campana, toca la campana…
din, don, dan…
—No llores y repite el estribillo, debes de
estar contento. El lugar es agradable, con la chimenea encendida no debes de
tener frío a pesar de tu desnudez. Sonríe, esto es una ceremonia religiosa: tú
estás atado en forma de cruz, como un símbolo de recogimiento y adoración; tus
pies no están clavados, sino fijos por un amarre, yo canto una canción infantil y te acaricio
suavemente… disfruta… disfruta.
—¡Vamos, repite conmigo!, con alegría. No
quisiera cambiar la pluma por el punzón que lastima.
—Maartiinillo, marti…
—¡Con fuerza!, repite conmigo:
—¡Martinillo, martinillo, ¿dónde estás?, ¿dónde
estás?!, toca la campana, toca la campana… din, don, dan…
—Maartini…
Lágrimas desbordantes de angustia y
desesperación rodaron sobre el rostro aterrado del pequeño. Su cuerpo delgado y
pálido, suspendido entre cuerdas, temblaba y se contorsionaba, tratando de
zafarse de las ataduras, mientras caricias obscenas lo recorrían con impudicia.
—¡Vamos!, ¡vamos!, pon algo de tu parte. Parece
que las caricias funcionan, tu cuerpo, aunque no quieras, reacciona…
Canta conmigo esta canción, me gusta
que lo hagas mientras me desnudo del hábito de la castidad, de la pureza, de la
formalidad, del yo que no soy…
—¡Martinillo, martinillo, ¿dónde estás?, ¿dónde
estás?!, toca la campana, toca la campana… din, don, dan…
No hay comentarios:
Publicar un comentario