Ineludible
decisión
Polux
—¡No puedo salir! exclamó
Antonio, con amargo suspiro. Estoy viviendo la proyección de mi ser en un mundo
creado con la escritura…
Un silencio candente invadió el recinto.
Armando, asombrado por la increíble
historia, preguntó:
—¿Entonces,
nosotros no somos reales?
—¿No
somos amantes?, murmuró con angustia, Adela.
—¡No!,
son personajes de mi novela, yo imaginé su pasión, la lujuria que los devora,
la lascivia que disfrutan en cada encuentro amoroso; toda la concupiscencia y
el apetito sexual que los exacerba en mente y cuerpo. Tal pasión sentí al describir
lo que fui concibiendo que me encuentro inmerso en el texto, atrapado entre
frases, aprisionado entre letras,
limitado por márgenes…
Ante la imposibilidad de volver a mi
vida, y la necesidad de seguir disfrutando al máximo de los placeres sexuales,
no me queda otra alternativa que reescribir la historia…
¡Deberé matarte, Armando!
*exilio, Edmond Hamilton
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