domingo, 6 de octubre de 2019

Y bien, ¿sobre qué escribo yo ahora?

Y bien, ¿sobre qué escribo yo ahora?

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Estoy sin una idea sobre qué voy a escribir, en un vacío que me ahoga e inquieta y con el riesgo de estar todo el día frente a la pantalla… y, nada. Esto me sucede cuándo no he encontrado un tema, armado someramente la trama, y esbozado el final. Cuándo, como ahora, el principio incierto en el arranque de la vieja locomotora, tardará en violentar sus chirriantes primeros giros, para lastrar una  cauda de furgones con ensueños y fantasías.
He seleccionado el tema, ahora se sienten los primeros balanceos, la máquina arranca,  y con ellos llegan a la mente algunas ideas: El antihéroe, el ¡Diablo!
           P.-¿¡Por qué no!?
R.- Porque puede afectar la susceptibilidad de algunos al remitirlos a una introspección, o incitar el miedo primario a un castigo eterno, o más aún, recordarles que no están cumpliendo con  los preceptos impuestos, por una religión represora, castrante y vengativa; comandada por un dios justiciero que los llamará a cuentas en el Juicio Final, y un antihéroe seductor, confrontador de los valores sociales.
P.-¿Es el ser de los mil nombres, el receptor de los pecados del mundo? ¿El que atesora la maldad de la humanidad en el muladar de la historia? ¿El que controla el mundo? 
R.-¡Claro! El qué actúa, peca. Y él, cosecha. Peca el humano desde el nacimiento y sigue pecando toda su vida. Pero ahí está el clero, ¡divino clero, impoluto, liberador! ¾un pecador, igual a ti o peor¾, la mano de Dios en el mundo: para purificarlos. Como máquinas en mantenimiento: cambio de aceite, lavado, engrasado, y ¡listo!, ¡A pecar!

Pensé que Belcebú sonreiría al escucharlos, y reaccionaría levantándose de su cómodo trono, dirigiendo su vista al mundo, y poniéndose las manos alrededor de la boca, emularía una bocina; y con voz retumbante emitiría un mensaje, que traspasaría raudo los negros nubarrones centellados por relámpagos, opacando el infinito:
            “¡La diré sólo una vez!... ¡Y que mi palabra recorra el mundo impulsada por el viento y las olas del mar; repercuta en las montañas a través expansivo eco, y difunda este mensaje, entre en las consciencias humanas!:
            ¡A Dios, lo creé yo!, lo hice para controlar al hombre con el miedo a pecar y perder el paraíso; y la inestimable ayuda del clero hipócrita, corruptor, expoliador de los pueblos y favorecedor de las burguesías. 
           ¡Tampoco existo yo, como tal!...  Soy la negrura del corazón humano, la ambición del poder, la riqueza y la fama… 
Los antivalores, que los van a destruir”. 

6 de octubre de 2019

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