martes, 18 de noviembre de 2025

Un pasado lijurioso

Un pasado Lujurioso


Hasta las cicatrices bien curadas

 vuelven a doler de vez en cuando.

Anónimo

La oscuridad del bar, con paredes de madera, cuadros de ilustraciones deportivas y música tenue, provocaba un ambiente de tranquilidad, propicio para largas  conversaciones  y confesiones íntimas.

            Ramiro tomó su tequila de un solo trago y pidió otro. Sus pequeños  ojos oscuros, enmarcados por cejas delgadas, armonizaban con su cara triangular; nariz larga, y labios delgados, en permanente sonrisa, que proyectaban la imagen de superficialidad y cinismo características de su época de estudiante. A sus cuarenta y tantos años no había perdido su esbeltez. Palmeó el hombro de Daniel y le preguntó:

            ⏤¿Qué es de tu vida Danielito? ¿Sigues siendo tan tímido y dedicado como en la escuela? ¿Ya conoces a las mujeres? O, ¿los libros y el trabajo te lo han impedido? Debo reconocer qué sí no hubiera sido por ti y mi vista de larga distancia, no habría terminado mis estudios.

            Incómodo  por los comentario y arrepentido de haberlo reconocido en los pasillos del centro comercial, Daniel volteó ligeramente la cara hacia él y fijando su mirada en el tarro de cerveza a medio consumir, comentó escuetamente, que estaba casado y que tenía dos hijos, que trabajaba en un despacho de abogados y que ganaba medianamente para vivir.

⏤En cambio yo, Danielito, he dedicado mi vida a las mujeres, estoy separado y mi trabajo es divorciar. Me ha ido muy bien económicamente y disfruto de los placeres que se me van presentando. ¿Te acuerdas cómo era en la escuela?… Pues, sigo igual.

            Y comenzó a rememorar sus aventuras en la universidad: las fiestas que duraban hasta el amanecer, las amigas, las quejas de los vecinos a la policía, las peleas. Y en la constante añoranza de un pasado de sexo y lujuria, hizo alarde de sus conquistas amorosas, acompañando cada relato con su respectivo tequila.

⏤La verdad, amigo, no es por presumir, pero lo comido y lo bailado nadie me lo quita.

Daniel. moviéndo inquietamente su grueso cuerpo en el  banquillo, pensó: “De lengúa me como un taco…”. 

Ramiro prosiguió vanagloríandose…

⏤Recuerdo en especial a tres locas de la Facultad de Leyes: Rosa María, Florencia y Lourdes... ¡Eran insaciables! ¡Las más promiscuas de la escuela!

¡Qué orgías, hermano!, ¡qué orgías!... Dignas de los Romanos. 

¿No las conociste?

⏤No, Ramiro, yo iba a la escuela a estudiar, y por la tarde trabajaba.

            

⏤Sintió un escozor en el estómago, la incomodidad con la plática se agudizó, pero su prudencia le dictó su comportamiento:“En boca cerrada no entran moscas”, pensó. Y, decidió terminar la plática. Pidió la cuenta y se despidió:

⏤Tengo que llegar a casa temprano. Me dio gusto volver a verte.

           ⏤¡Qué lástima mi querido “mandilón”!, nos estábamos divirtiendo. Aquí te dejo mi tarjeta, háblame para volver a tomarnos unos tragos.

Al bajar por las escaleras eléctricas de la plaza comercial, Daniel rompió la tarjeta de presentación y los pedazos tuvieron el mismo fin que los pensamientos sobre su “amigo”.

            

Subió pesadamente los tres pisos del edificio, abrió la puerta del departamento y con voz fuerte dijo: ¡Florencia, ya llegué!... 

Poco a poco, se tranquilizó, al recordar qué: “lo que no fue en tu año, no fue en tú daño”

24/08/25 JLLM


 

El pacto

El pacto 

JLLM La luna palidece tras los arcos de la iglesia conforme un incipiente manto de luz la invade. Huidiza, se aleja, refugiándose en el oscuro horizonte para iniciar su rutinario periplo. Hebras doradas en un alud de gratificante fulgor, estimulan a la vegetación de los jardines de la iglesia a exhalar emanaciones y aromas que gratifican el despertar de los religiosos.  Los sacerdotes, terminadas sus oraciones diarias y desayunado frugalmente, acompañan al tan, tan, sonoro y grave de las campanas, a iniciar la primera misa del día.  Dionisio, un joven sacerdote llegado a la comunidad llega al confesionario, abre la ventanilla y reza las palabras introductorias: 

  ⏤Ave María purísima 

  ⏤Sin pecado concebida, contesta nerviosamente el interlocutor. 

  ⏤Dime tus pecados… 

  ⏤¡Padre, un terrible maleficio ha caído sobre mí! ¡He hecho un pacto con el Diablo de vender mi alma a cambio de riqueza y felicidad! El pacto está a punto de vencer porque me han diagnosticado cáncer terminal. 

  Pacté porque estaba desesperado, sin trabajo, ni dinero para lo más indispensable ⏤mi familia sin comer varios días y desalojados del cuchitril en que habitábamos⏤. Lo imploré y… negocié el contrato. 

  El silencio frío, pesado, asfixiante, invadió el confesionario, como si el peso de todos los pecados oídos en el confesionario colmara el lugar.   

  El mutismo, prolongado y tenso, precedió a las palabras titubeantes del sacerdote: 

  ⏤¿Cuál es tu nombre? 

  ⏤Pascasio 

  Con lenguaje pausado, titubeante y sudando profusamente, el sacerdote expresó:  ⏤Pascasio, implora nuevamente a ese malhechor y dile que negocie conmigo la salvación de tu alma, que aquí lo espero resguardado por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo… 

   

Pasaron los días, las campanas de la iglesia, como reloj de la vida, marcaron el paso del tiempo y Pascasio, murió… 

 

Dionisio ahora es hombre rico, está casado con una mujer hermosa y vive con su familia en una casa en la Lomas de Chapultepec 

Metáforas, anáfora y sinestesia 

18/11/25 

 

 

martes, 7 de octubre de 2025

Terror

 Terror


…¡Al oír el escracht desgarrador de la punta del hacha penetrando la puerta de madera! y el rugido del hombre rudo vociferando: ¡los voy a matar!, sentí que las piernas me temblaban, empecé a sudar y el llanto  resbaló por mi cara. Gimoteando, me refugié tras de mi madre, prendido de su falda…

Con un cuchillo de cocina en la mano, mi madre le gritó: 

⏤¡Váyase, Gaudencio, nosotros no tuvimos nada que ver! Su hijo cayó al barranco cuando jugaba con el mío. ¡Fue un accidente!

Oí cientos de Hachazos perforar la puerta de entrada hasta que la destrozó. La gruesa cabeza enmarañada y oscura asomó por la rajadura. Sus grandes ojos fijaron la mirada en mi madre, emitiendo un odio desbordado, manifestado con insultos y amenazas de venganza por la muerte de su muchacho.

Mi madre me gritó:

⏤ ¡Corre y escóndete!... ¡qué no te encuentre!

El estruendo de muebles crujiendo, lámparas, vidrios rotos, los gritos de mi madre y los bufidos roncos de Gaudencio, ocultaron los pasos titubeantes, primero, y la alocada huida, después, con la desesperación de encontrar un refugio seguro. Revisé apresuradamente closets, bajo las camas, muebles…, sin lograrlo. Finalmente, me acordé de que en mi recámara había unas duelas sueltas, donde escondía mis tesoros.  Corrí hacia allá y, sin esfuerzo, levanté las dos de al lado de mi escondite. Boca arriba, logré emparejarlas. Aterrado, sudoroso y sollozando en silencio, trataba de escuchar lo que pasaba. Sin embargo, todo estaba silencioso.

De pronto, el redoble disonante de unos pasos pesados y presurosos sobre la escalera de madera me aterró. Lloré silenciosamente y al sentir una humedad caliente en mi pijama traté de encogerme, sin lograrlo. 

Oí que la disonancia terminaba en la puerta de mi cuarto. Los pasos lentos, escrutadores, denotaban una revisión exhaustiva…

¡Intempestivamente, se levantaron las duelas y un grueso brazo cubierto de vellos me levantó de la cabellera!

¡Aullé de dolor y terror! ¡Tiraba patadas y manazos, sin lograr zafarme ¡

Grité: ¡Mamá, mamá, sálvame!...


⏤ Despierta, Miguel, vístete y baja a desayunar…

⏤ ¡Gracias, Mamá, me salvaste!

La madre, extrañada, volteó a verlo, alzó los hombros y sonrió.


JLLM  08/10/25


 


jueves, 18 de septiembre de 2025

El Amigo

 El amigo


“Nunca perdemos amigos.

 Simplemente aprendemos

   quiénes son los verdaderos.”

Reflexión


La oscuridad del bar, con paredes de madera, cuadros de ilustraciones deportivas y música tenue, provocaba un ambiente de tranquilidad, propicio para largas  conversaciones  y confesiones íntimas.

            Ramiro tomó su tequila de un solo trago y pidió otro. Sus pequeños  ojos oscuros, enmarcados en unas cejas delgadas, armonizaban con la cara triangular; la nariz larga y labios delgados —en permanente sonrisa— proyectando la imagen de superficialidad y cinismo características de su época de estudiante. Su pelo negro y lacio caía con descuido hacia un lado cubriendo parcialmente la amplia frente. Destacaba su altura con el elegante traje gris y el toque de color lo daba una corbata azul. A sus cuarenta y tantos años no había perdido su esbeltez. 

Palmeó el hombro de Daniel y le preguntó:

—¿Qué es de tu vida, Danielito? ¿Sigues siendo tan tímido y dedicado como en la escuela? ¿Ya conoces a las mujeres? O, los libros y el trabajo te lo han impedido. Debo reconocer que si no es por ti y mi vista de larga distancia, no hubiera terminado mis estudios.

            Incómodo  por los comentarios  y ⏤más aún, arrepentido de haberlo reconocido en los pasillos del centro comercial⏤ Daniel volteó ligeramente la cara hacia él y fijando su mirada en el tarro de cerveza a medio consumir y ajustándose los lentes con el dedo índice, le  comentó escuetamente que estaba casado y que tenía dos hijos, que trabajaba en un despacho de abogados ganándo medianamente para vivir.

⏤En cambio yo, Danielito, he dedicado mi vida a las mujeres, soy divorciado y mi trabajo es divorciar. Me ha ido muy bien económicamente y disfruto de los placeres que se me van presentando. ¿Te acuerdas de cómo era en la escuela?… pues, sigo igual.

            Y comenzó a rememorar sus aventuras en la universidad: las fiestas que duraban hasta el amanecer, las amigas, las quejas de los vecinos a la policía, las peleas. Y en la constante añoranza de un pasado de sexo y lujuria, hizo alarde de sus conquistas amorosas, acompañando cada relato con su respectivo tequila.

⏤La verdad, amigo, no es por presumir, pero lo comido y lo bailado nadie me lo quita.

Daniel movía inquietamente su grueso cuerpo en el  banquillo, pensando: “De lengua me como un taco…”. 

Ramiro prosiguió vanagloríandose…

⏤Recuerdo en especial a tres locas de la Facultad de Leyes: Rosa María, Florencia y Lourdes...¡eran insaciables!, ¡las más promiscuas de la escuela!

¡Qué orgías, hermano! ¡qué orgías!... Dignas de los Romanos. 

¿No las conociste?

⏤ No, Ramiro, yo iba a la escuela a estudiar, y por la tarde trabajaba.

            Daniel decidió terminar la plática. Pidió la cuenta y se despidió:

⏤Tengo que llegar a casa temprano. Me dio gusto volver a verte.

           ⏤¡Qué lástima mi querido “mandilón”! Nos estábamos divirtiendo. Aquí te dejo mi tarjeta, háblame para volver a tomarnos unos tragos.

Al bajar por las escaleras eléctricas de la plaza comercial, Daniel rompió la tarjeta de presentación y los pedazos tuvieron el mismo fin que los pensamientos sobre su “amigo”.

            

Subió pesadamente los tres pisos del edificio, abrió la puerta del departamento y con voz fuerte dijo: ¡Florencia, ya llegué!... 

Poco a poco, se tranquilizó al recordar que: “lo que no fue en tu año, no fue en tu daño”. Al verla, la besó cariñosamente:

⏤Hola, amor, ¿qué tienes para cenar?


martes, 1 de julio de 2025

Bacalao a la Vizcaína

 Bacalao a la Vizcaína


“Bacalao, bacalao, te conozco

 aunque vengas rebozado”.

Frase popular

La cazuela  grande contenía el bacalao en proceso de desalación. Llevaba dos días y cuatro cambios de agua. Vacié el líquido y llevé el pescado la mesa de la cocina, para comenzar a limpiarlo. El viento húmedo del cantábrico y la perezosa nubosidad que oscurecía la visibilidad de la ciudad de Bilbao, me hacían sentir, desde la altura de mi departamento, navegar en la grisácea soledad de un mar que se confundía con el horizonte en esa tarde de invierno. Estaba iniciando el  trabajo de desespinar y desmenuzar el bacalao, cuando entró mi hija en actitud beligerante, con las facciones descompuestas y transpirando rencor. Exasperada, expresó: 

⏤¡Me voy a divorciar de este desgraciado! ¡Estoy segura de que tiene una amante! Últimamente llega a altas horas de la noche y lo único que quiere es dormir.

⏤Buenos días, hija… yo también estoy bien, gracias. Siéntate y ayúdame.

Se incorporó a la labor y a despotricar en contra de su marido. 

⏤Es un inconsciente, madre, se olvidó de nuestro aniversario y no me habló hasta la noche, pretextando que estaba  trabajando.

Una hora duró el desmenuzado y los cargos contra Fabricio aumentaron, integrando un expediente digno de una causa criminal.

Pelamos los ajos, los cortamos finamente, les quitamos el corazón, mezclamos con cebolla picada y freímos con abundante aceite de olivo..

Mi hija seguía hablando atropelladamente y yo, observándola sin opinar nada.

⏤Estela, pon el perejil a desinfectar, después lo picas, sacas de la alacena los chiles morrones y los cortas en tiras. Calienta las papas de cambray en agua, para que terminen de hacerlo en el guisado.

Ella volvió al reproche: 

⏤¡Y también, tiene mamitis! No puede pasar un día sin que le hable, seguramente se quejará de la comida, porque siempre anda diciendo: “Tal guiso le queda muy sabroso a mi mamá o, ella me hacía tal otro...”

Levanté la vista, la observé y… sonreí. 

⏤Licúa ocho jitomates y le agregas las dos latas de puré…

Estela siguió con su monólogo: 

⏤También debo reconocer que no todo es malo, Fabricio cumple con los gastos de la casa y la escuela de los niños. Pero: ¿y yo?, ¿cuándo unas vacaciones?, ¿una ida al cine o al teatro, un te quiero?…

Levanté la vista y, sonreí…

⏤Mete el bacalao en la cazuela con el ajo y la cebolla; vacíale el jitomate licuado, muévelo lentamente con la pala de madera y le pones de una vez las papas. Vigila que el fuego no esté muy alto.

Mientras bajaba la flama de la estufa, manifestó:

⏤Me compró el otro día un vestido corto, precioso, para la cena de su oficina, en color azul, escotado y descubierto también por la espalda. Deberías haber visto los ojos de la esposa de su jefe. ¡Le encantó! pero sólo comentó: “Te queda bien el azul”

Volteé y, sonreí…

⏤Saca dos frascos de aceitunas y dos de alcaparras de la alacena, les quitas la salmuera y  las echas al bacalao. Síguelo moviendo, no se vaya a quemar.

⏤Eso hago mamá. ¡Ah! y te comento que pensamos pasar las fiestas navideñas con la tía Ofelia en San Francisco para aprovechar las vacaciones de los niños.

Levanté la cara y, sonreí…

⏤Hija, ponle los morrones y el perejil y déjalo reposar. Prepara la mesa, y llama a todos al comedor. ¡Ah! Se me olvidaba, saca una lata de chiles güeros y  llévalos en una salsera.

⏤¡Papá!, ¡Mi amor!, a comer. Niños, lávense las manos y a la mesa.

Levanté la cara y, sonreí


viernes, 23 de mayo de 2025

Ojo por ojo

Ojo por ojo


La noche era pesada y oscura, flotaba en el ambiente una bruma que arropaba las conciencias con una fría humedad entumeciendo el sigiloso andar del grupo. El callejón, iluminado vagamente por la débil y amarillenta luz, mostraba las proyectadas sombras hasta confundirlas con la negrura del horizonte. El lodo del camino, colgándose de los zapatos, dificultaba el caminar de todos chapaleando sordamente en cada paso.

En el silencio de la noche, se escuchaba esporádicamente el lejano ladrido de un perro insomne, buscando cobijo para pernoctar. Comandados por la pequeña figura, llegaron a la última e improvisada casucha, se pusieron los pasamontañas, desenfundaron sus armas y… con una fuerte patada, echaron abajo la endeble puerta, sorprendiendo a los tres individuos qué ahí se encontraban.  Entre gritos de asombro, trataron de huir, escapar por la pequeña ventana, pero fue inútil, tuvieron que rendirse. Los maniataron, encapucharon y los llevaron a la casa acordada dónde los encerraron en una estrecha habitación.

         

⏤ Estimados vecinos: los he reunido en mi casa para que deliberemos sobre las acciones de protección contra las bandas de maleantes que asolan diariamente a nuestra colonia. Todos hemos sufrido constantes asaltos en las calles y robos en nuestras casas. Conocemos a los ladrones y los hemos delatado a la policía, pero no se hace nada y al rato ya andan de nuevo en la calle… 

La que hablaba era Matiana, dueña de la casa y líder reconocida en el barrio.

En un caos de intervenciones, donde prevalecieron las pasiones, gritos y enojos, se discutieron durante horas las medidas de seguridad y, ante la desesperación del grupo promotor de la reunión, se llegó a recomendaciones de precaución individual. La asamblea se disolvió y solo permanecieron los vecinos que habían convocado. Matiana dijo enfurecida: 

            ⏤ ¡No los entiendo! Su pasividad ha motivado que los ladrones hagan lo que se les antoje en este barrio. Creo que debemos darles su merecido: ¡Ojo por ojo y diente por diente! ¿No les parece? 

Su metro y medio de estatura pareció crecer ante el enojo y la decisión del discurso. Y agitando con su iracundo hablar, la corta melena pajiza se alteró y su tez morena adquirió la rigidez lívida de una furia contenida. Su voz. vigorizó el discurso. Hizo una pausa, y posteriormente, propuso la creación de la Brigada de la justicia.

¿La qué? ...preguntaron todos. 

        Matiana les señaló que esos pandilleros no entenderían hasta que la gente de la colonia tuviera el valor de defenderse, por lo que proponía la formación de un grupo que se encargara de castigar a los ladronzuelos. 

           

Se abrió la puerta de la habitación y una voz femenina se dirigió a ellos violentamente:

⏤ ¡Hola trío de imbéciles! ¿Creyeron qué no sabíamos quiénes eran? ¿Que seguirían protegidos por las autoridades? 

¡Sepan que toda su pandilla está identificada y sabemos cómo localizarlos!, han sido juzgados y sentenciados por La Brigada de la justicia, sus robos en las calles y casas habitación, tendrán consecuencia siempre. La gente del barrio está unida y se defenderá. Su sentencia en esta primera ocasión es: 

Una calentadita a su friolenta humanidad y mandarlos a la Delegación de la policía como lo que son: ¡ratas!

pero si vuelven a robar en esta colonia, se les eliminará. ¡Avísenle a su pandilla!

Se abrieron las puertas traseras del vehículo y rodaron por el pavimento tres fardos, que se incorporaron lenta y dificultosamente frente a la Delegación de la policía, donde fueron entregados, con los ojos y bocas sellados con cinta adhesiva. 


martes, 1 de abril de 2025

La Gruta

 La gruta

JLlM

La lluvia caía lentamente, barnizando los altos árboles y rocas en un lagrimeo persistente sobre la aridez de un largo estío reflejado en la montaña. El ambiente húmedo envolvía a los cuatro exploradores en el velo etéreo de un intenso petricor, inundando sus exhaustos organismos con emanaciones de vida. Con dificultad salvaron las últimas grandes y resbalosas rocas hasta encontrar la boca oscura de la gruta cubierta de maleza y hacinada entre grandes paredes; estrecha y oscura como la boca de un infierno imaginado y un atrayente desafío para la espeleología que practicaban. Era una gruta inexplorada porque las consejas en el pueblo señalaban que ese socavón se tragaba a los que osaran penetrar en ella.

Luis, guía del grupo, después de preparar el equipo, dio la orden de avanzar. Se introdujo por la estrecha abertura haciendo a un lado la maleza que la encubría, le siguieron Verónica y María Luisa; Carlos, con el resto del equipo, entró al final.

La oscuridad, acobardada, retrocedió ante el agresivo resplandor de las lámparas que mostraron una pequeña galería cubierta por series de estalagmitas y estalactitas que, como dentaduras informes, se preparaban a triturar a sus presas. Avanzaron entre aquel bosque de formas pétreas por varias horas, hasta llegar a un claro donde decidieron descansar y almorzar. Recostados sobre sus mochilas y equipo, se alimentaron. 

Antes de reiniciar la exploración, enfocaron las lámparas al entorno para localizar el camio a seguir, no lo encontraron. María Luisa exclamó, algo asustada:

⏤ ¡Regresemos, no se puede avanzar más!

Alumbraron el sitio por el que habían entrado y estaba cercado por estalactitas y estalagmitas recientes que les impedían el regreso.

¡Desesperados comenzaron a romper la roca que les impedía el paso!, con infructuosos resultados, pues cada que trozaban una formación surgía otra más. El cerco se fue estrechando y el cúmulo rocoso… fue creciendo y alimentándose de todas las cosas vivas.

1/04/25

 



domingo, 12 de enero de 2025

El sobre

 El sobre

JLlM

En la negrura de una noche sombría, con el alicaído ánimo del ambiente, pertrechado por el cúmulo de oscuras nubes que conspiraban para impedir cualquier   asomo de luz, el viento sibilante frisaba con lamentos de angustia y pesadumbre la ventana de la habitación de Alberto, acompañando el dolor del hombre tendido en el suelo, que lloraba con un sobre entre las manos, ante la incertidumbre de no saberse amado por Gerónima: ”La bella” ⏤la mujer más hermosa de Tepatitlán de los Altos⏤: morena oscura, de cara ovalada, ojos negros y pestañas redundantes; boca pequeña y labios que incitaban a la lujuria. De busto mediano y orgullosamente erecto que apuntaba al horizonte, caderas peraltadas y piernas de fantasía. Era famosa entre la sociedad local por su desenvoltura y flirteos en las fiestas y eventos con los jóvenes relevantes de la región.

El novio de Gerónima era Alberto, hombre apuesto, educado y afectuoso, hijo del hacendado más rico de la región.

Fue un acontecimiento social el compromiso matrimonial que se efectuó, con bombos y platillos, en la hacienda grande.  Acudió todo el pueblo y la fiesta terminó a altas horas de la madrugada.

Faltando quince días para la boda, el padre de Alberto lo mando llamar y sin más palabras de por medio, le entregó un sobre lacrado.


La iglesia, flotando en un mar de flores, coros angélicos y colmada de euforia por los asistentes que, ataviados con sus mejores galas, esperaban ansiosamente el arribo de la elegante pareja acompañados por sus padres y una fila de damas de honor, fijaban su vista en la entrada. La marcha nupcial dio inicio al cortejo y con paso lento iniciaron el camino hacia el altar.

La ceremonia siguió su curso y el sacerdote, con los novios mirándose de frente le preguntó a Gerónima si aceptaba a Alberto como esposo, prometiendo amo y fidelidad hasta el final de sus días:

⏤SÍ, prometo.

El sacerdote se dirigió a Alberto con la misma pregunta:

El rostro de Alberto se endureció y con el semblante enrojecido por la ira dijo en voz alta:

⏤¡Esta vez, se acabó!... ¡vaya si se acabó! 

En ese instante, varios individuos comenzaron a repartir sobres entre la audiencia. Le entregó uno a Gerónima y abandonó presurosamente el templo…

Un silencio mustio acalló la iglesia, mientras los ojos ávidos devoraban el que sería el mayor escándalo en la vida del pueblo…


jueves, 28 de noviembre de 2024

Celos

Celos

JllM


Caminaba por la desolada calle. Los vetustos árboles sombreaban mi deambular en el ambiente otoñal que la suave brisa acariciaba sutilmente. Necesitaba esclarecer mi vida, definir acciones en el aspecto sentimental. La relación con Carmela cada día era más fría y distante; los eventuales encuentros eróticos, se habían convertido en rutinas insulsas que no satisfacían a ninguno y por el contrario, contribuían a distanciarnos más. 

Sospechaba que tenía otra relación. Los celos me alteraban y eran motivo de constantes discusiones ⏤esperaba que se distrajera para revisar su bolsa y teléfono; escuchaba subrepticiamente sus llamadas telefónicas; cuando se metía a bañar, olía su ropa interior. Escondido tras los árboles, vigilaba su salida del trabajo⏤. Nunca encontré nada, pero me alimentaba de ansiedad, desesperación y estrés; se me retorcían las tripas pensando en la infidelidad, el engaño,  la traición… 

A media cuadra de distancia observé un grupo de mujeres extrañamente vestidas con vistosos atuendos largos, algunas traían chaquetilla y blusas abombadas en las mangas; cubiertas las cabezas con pañoletas , aretes grandes y pulseras doradas. Al acercarme, tres o cuatro me abordaron y con afabilidad y confianza, me preguntaron si quería saber mi destino: 

—El pasado, presente y futuro, está marcado en tus manos. Nuestro encuentro no es coincidencia, los astros se interesan en ti, por eso nos encontramos, dijeron.

—Dame tu mano derecha y deposita en ella un billete, me indicó una mujer morena, joven, de grandes ojos negros. Dado que precisamente estaba en un momento de análisis de mi vida, decidí aceptar el ofrecimiento y saqué un billete de cincuenta pesos de mi cartera y los deposité en la palma de mi mano. Con suavidad me la extendió sobre la suya y comenzó a delinear las líneas marcadas.

—Mira, güero, esta línea horizontal es la de la cabeza y la de abajo es la de la vida. Parece que ahora tienes muchos problemas en el área afectiva. 

Asentí, inclinando la cabeza.

—Para leerte la línea del corazón, tu mano debe cubrirse de otro billete, dijo.

Lo hice y ella continuó:

—Tú línea de la vida muestra que has tenido pocos amores y aquí —señaló una bifurcación—se ve un conflicto y una bifurcación. Puede ser o separación o infidelidad… 

¡El alma se me fue al piso, se aceleró mi pulso y comencé a sudar! Titubeando, pregunté:

—¿Qué puedo hacer?

—Pon doscientos pesos en mi mano y te daré un ensalmo que hará que tu mujer te adore, que no quiera apartarse de ti. Le di el dinero y me entregó el gotero con el elíxir que salvaría mi vida.

De regreso a casa quise tomar un taxi, pero no encontré mi cartera. Era de noche, quise ver la hora y tampoco estaba el reloj, que me había quitado “para que fluyera libremente mi destino”. grité a todo pulmón, ¡Pinches viejas rateras! Y emprendí el regreso a pie, con el ánimo descompuesto.

Caminando se fue diluyendo mi coraje y con la firme esperanza de cambiar mi actitud en la relación,  tomé la firme resolución de abandonar esa misma noche mi pueril y absurda vergüenza de hablar de amor en un entorno de confrontación. Decidí iniciar un proceso intensivo de cortejo.

En la cena fui tierno, ante una respuesta de frío silencio. Me decidí y puse tres gotas del elixir en el vaso de Carmela. Comimos en silencio. Me quedé a leer un poco en la sala y cuando llegué a la recámara… ¡Me esperaba Carmela con un negligé negro y una pasión contenida, que no tardamos en satisfacer! Una hora después, la exigencia de amor se repitió. En la madrugada, volvió a suceder. Y Carmela, no dejó pasar el mañanero.

“¡Gracias, brujas!”, grité dentro de mi.

La paradoja es que: ¡Aún no termina el mes y… ya tengo miedo de llegar a casa!



 

jueves, 14 de noviembre de 2024

Fulgores intimiantes

 Fulgores intimidantes 

JLlM

El calor húmedo del verano y el cuerpo sofocante de su esposa, lo hacían sudar. Divagaba, en un duermevela de inquietud, sobre la vieja casona que habitaban: un inmueble de dos pisos, fracturados en diversas zonas, cuyas oquedades se prolongaban por las habitaciones. Utilizaban solo una recámara, la cocina y un pequeño antecomedor para vivir. ¡Ellas, ellas…, toda la casa!

Al llegar, encendían las luces y al hacerlo, escuchaban el repiqueteo presuroso de una lluvia interior sobre la duela y la mirada inquisitiva de pequeños ojos rojos y brillosos. 


El arañar ininterrumpido dentro del closet despertó a Arturo. Una aprensión temorosa lo invadió, le erizó la piel y provocó  un sabor amargo que saturó su boca reseca. Fue por la escoba y con el sudor perlando su cuerpo, se acercó al closet. Muy despacio, abrió la puerta: un haz de luz iluminó la penumbra y cuatro destellos la reflejaron al voltear hacia él, se pasearon lentamente por la habitación, permanecieron unos segundos observándolo, e intempestivamente saltaron hacia la puerta; sintió sus cuerpos deslizarse entre las piernas y el roce de las colas al rebasarlo: ¡eran enormes! ⏤y en su percepción… fieras salvajes⏤. De pelaje pardo y mirada vivaz, lo vigilaban retadoramente, abrían el hocico mostrando su afilada dentadura y emitían chillidos intimidatorios, que lo hostigaban. Persiguió a una, la prensó contra el suelo; el animal se revolcó y emitiendo chillidos estridentes, se escabulló;  parándose en vertical, lo enfrentó con su hocico abierto. 

Su esposa,  asustada, y ovillada en la cama, lo alertó:

            —¡Cuidado, Arturo! 

Volvió la cabeza y alcanzó a ver a la otra rata que se acercaba sigilosamente. Fue tras de ella, y a escobazos la hizo correr. El roedor subió a la cama, provocando el de terror de la esposa,  arrinconada en la cabecera:

                    —¡Quítamela¡, ¡quítamela!...,  le gritó con desesperación.

Con un escobazo la bajó, haciendo que cayera al centro de la habitación. Las fue orillando a base de golpes hacia la escalera. No corrían… lo enfrentaban. Las  cercó poco a poco. Con cada empujón de la escoba, se volteaban, y paradas verticalmente, lo amenazaban. Así, las bajó, peldaño tras peldaño y agresión, tras agresión, logrando llevarlas a la calle. En la madrugada, con el nerviosismo y aprensión a cuestas, conciliaron el sueño. El relajamiento después de la tensión, hizo que la somnolencia llegara lentamente…

 

Sintió cosquillas en la mejilla, como si lo acariciaran con un pincel, e inconscientemente se rascó. Ese ligero movimiento lo alertó: abrió con pesadez sus párpados y… el fulgor de dos miradas frente a su cara… ¡lo paralizó de terror!



martes, 15 de octubre de 2024

Sorpresa

 Sorpresa

JLLM

Una pálida luna nueva sonreía sobre el mar con los ojos húmedos, reflejando  lágrimas argentas sobre el balandro "Queen Anne’s Revenge" que hinchado en su velamen y  con vientos favorables, avanzaba  rasgando con su quilla el oleaje, salpicando perlas líquidas sobre los costados de la embarcación. 

”Barba negra” escuchó el grito del grumete desde el carajo: 

—¡Barco a babor!... ¡Barco a babor!... 

—Perico, ¿Es mercante o de guerra?

⏤Parece mercante, capitán.

Tomó su catalejo y lo enfocó en el sentido indicado: 

Un pesado galeón, enarbolando la bandera con los colores de la marina mercante española, navegaba con el viento en popa y velamen desplegado. 

El filibustero gritó: 

—¡Vamos por el tesoro!... ¡Tensen la Estay, el Bauprés y los Foques! 

¡Perico¡… a mi lado! 

Acercándose apresuradamente, le gritó:

⏤Otra embarcación fácil de capturar, Capitán.

⏤Espero que sí, Perico. Con el motín, tal vez hasta mujer consigas…

⏤Me gustan las españolas, más si son de alcurnia, dijo, soltándo una sonóra carcajada.

El rostro de la calavera con dos tibias empalmadas sobre un fondo negro se desplegó en el mástil mayor, y la nave emprendió el veloz alcance al pesado buque. Cuando estaban por lograr su objetivo, el galeón arrió su bandera y desplegó una blanca. Lo emparejaron por el costado.

 ¨Barbanegra”⏤con sus imponentes dos metros de altura, aspecto y mirada demoníacos, espadas y pistolas⏤ dio la orden de disparar un cañonazo amedrentador; al mismo tiempo que los piratas trataban de acercar la nave para lanzar sus ganchos de abordaje.

    ¡Con terror, vieron cómo se abrían las troneras de la pesada embarcación! ¡El estruendoso tronar de la artillería enemiga nubló la visión en el ambiente. El daño estaba hecho: El palo mayor había sido derribado y la pequeña embarcación escorada y herida de muerte, comenzó a hacer agua, dejándose engullir por el hambriento y profundo piélago…

Sobre el galeón la lucha era encarnizada: heridos, destripados  derramando sangre,  y piratas que saltando al mar, preferían la muerte ahogados o masacrados por los tiburones, que ensartado por una espada.

Arrinconados en la parte más extrema de la quilla, Perico y el Capitán se batían en retirada:

⏤¡Salte, capitán¡ ¡salte!, dijo el Perico, antes de lanzarse al vacío…

Cuando era atravesado por un sable, Barbanegra alcanzó a gritar: 

⏤¡no sé nadar!...

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martes, 24 de septiembre de 2024

Luz de vida y muerte

Luz de vida y muerte

JLLM

La tía Magdalena vivía en el Oro, poblado rural y minero del Estado de México en una vieja hacienda rodeada de reliquias ⏤aunque lo merecía, no se consideraba entre ellas⏤. Para conmemorar a los seres que habían partido, organizaba una verbena anual la noche del día primero de noviembre, a la que invitaba a la comunidad. La conmemoración se había hecho costumbre por la abundancia de comida y la original ofrenda, que  incorporaba espléndidos arcos de flores de cempasúchil en honor a Cihuacóatl  ⏤la recolectora de almas⏤,  el papel picado, cuyo afán por volar ayudaba al tránsito entre la vida y la muerte; y la luz de las velas, en su bamboleo, atraían a las almas al altar sahumado de copal que alejaba a los malos espíritus; la comida y bebida abundaban; esparcidas entre ellas, la múltiples fotografías de personajes muertos que incitaban a los espíritus a rememorar olores y sabores de su paso por la humanidad.

Ese día, a sus diez años de edad, Ana observaba  desde un balcón el patio de la hacienda desbordante de vida, personas ávidas de contemplar el exhorto a los espíritus de sus seres queridos. Los mariachis animaban la reunión, los fuegos artificiales, tintaban el espacio de múltiples colores. Los adultos comían, bebían y comentaban vidas ausentes, anécdotas, alegrías y fatalidades…

En el balcón, Ana, vislumbró la distinguida figura de la tía Magdalena hablando sola, moviendo sus brazos y señalando hacia los invitados. Le entró la curiosidad y atravesó el pasillo para llegar a la habitación de la tía. Desde la oscuridad del cuarto, la observó resplandeciente por la contraluz; la rodeaban cuerpos translúcidos, evanescentes, en una gran charla animada. Trató de identificarlos y ¡con sorpresa y pavor, reconoció las fotografías de la ofrenda!... Quiso huir, pero su cuerpo no respondió. Paralizada, escuchó:

—Esta será mi última transferencia, amigos,  he sido avisada qué, cuando el almendro estéril dé fruto y una niña deje correr su llanto,  me uniré con ustedes. 

Ana corrió hacía el  jardín con una lámpara en la mano, atravesando la maleza llegó al viejo árbol, recorrió con su luz el tronco y  ramas del anciano plenas de hojas y frutos, y lloró al pensar en la próxima muerte de su querida tía. Con orgullo, el longevo vegetal la consoló mostrándole su renacimiento, y con un estremecimiento de su ser, le regaló algunos frutos.



viernes, 19 de julio de 2024

Ventura

El inmenso coloso descargaba su ira contra la escollera excitando lamentos de las oscuras y desesperadas volutas que surcando presurosas la parda y colérica bóveda impactaban, con su llanto, la peñascosa muralla. Los restos del velero destrozado por el vendaval se prendían de las rocas y el casco prensado entre ellas, se deshacía con cada golpe de agua…

Cuando Agustín, exhausto y desfalleciente, abrazado a un madero llegó a la playa, el mar era manso y pródigo en luces y reflejos iridiscentes esparcidos sobre el tranquilo oleaje. El rollizo marinero pensó ser el único sobreviviente del “Ventura”. Estaba por averiguarlo cuando a la distancia vislumbró multitud de canoas acercarse al lugar del naufragio rescatando cuerpos, mercancías y utensilios, para transportarlos seguramente a su aldea. Advirtió, desde la playa a un grupo de nativos armados que presurosamente se acercaron, lo apresaron y lo desvistieron. Sorprendidos por la blancura de la piel y lo robusto de su complexión, lo picoteaban con sus lanzas y reían. Lo llevaron en vilo a su aldea y encerraron en una choza. 

El chirriar de la puerta y el resplandor agresivo del mediodía empujaron la figura de un anciano pequeño al interior; con su bastón despertó a Agustín y haciendo dibujos sobre el piso de tierra, le informó sería parte de las ofrendas al rey, que llegaría en treinta lunas. Le explicó, con ademanes grandilocuentes, que era importante y sería tratado como alguien especial: con abundancia de comida, higiene y cuidados; le indicó que le mandaría una esclava cada noche, hasta la llegada del mandatario.

Y sucedió tal cual estaba ordenado: fue bañado, aceitado y perfumado todas las mañanas; desayunaba, comía y cenaba alimentos suculentos de extraños y diferentes olores y sabores y por la noche, lo atendían jóvenes esclavas, satisfaciendo sus caprichos. Dormía en un lecho de hierbas que lo envolvían en su frescura y lo impregnaban de finos aromas. En fin, se sentía en el paraíso, con la sola excepción de su reclusión.

Escuchó los tambores y el bullicio del pueblo que reía entre bailes y aplausos. Se asomó por una rendija y vio la gran comitiva, plena de Fausto y colorido, de plumajes y ocarinas. Pasaron las horas y en la intensidad del caluroso atardecer, las esclavas lo cubrieron con un atuendo de hierbas y lo llevaron al centro de la aldea frente al estrado dónde se encontraba el rey y sus dignatarios.  

Aterrorizado, Agustín se percató del otro prisionero a su lado: de piel muy oscura, vestido similarmente. Observó también que se había encendido una gran fogata en la cocina. Al ser anunciado por los tambores, el anciano del bastón se acomodó entre ambos prisioneros y señalando alternativamente con su báculo a cada uno, solicitó al rey escoger. El mandatario, con amplia sonrisa, seleccionó a Agustín.



Sintió fuertes apretones en el tórax antes de expectorar y evacuar un torrente líquido, aspirar en forma desesperada el ansiado aire libertario y, al despertar, oír a la distancia el sonido del ulular de una sirena. 

19/07/24





sábado, 22 de junio de 2024

El vigilante


 El vigilante

JLLM

El miedo a la oscuridad nocturna escondió los más diversos temores en mi infantil espíritu. Al ir a dormir, el closet ligeramente abierto, encubría la sombra de un espectro buscando robarme el alma o,  las esqueléticas manos ocultas bajo la cama, esperaban que me durmiera y reptar sigilosamente en el cobertor para llegar al cuello con la finalidad de estrangularme, en venganza por haber moqueteado al insoportable mantecas en el callejón donde se dirimían los conflictos escolares. Cuando sentía sed, a mitad de la noche, el temor de bajar a la cocina para tomar agua se atemperaba al encender las luces de los sitios a transitar. Pero se acrecentaba de regreso, al apagarlas apresuradamente y subir corriendo la escalera hacia mi cuarto, porque sentía que presencias extrañas me perseguían.
En la desesperación de una inquieta noche, perseguido por extraños seres ¡salté al vacío!... Me levanté del suelo, sudoroso, lagrimoso y muerto de miedo. Abrí la ventana para dar paso a la refrescante brisa nocturna y permitir al fulgor albo,  proyectar la imagen de un majestuosos buho ululando sobre la rama del vetusto árbol, que con su sonido me  transmitió en ese momento, certeza de protección, seguridad y paz, sentimientos que angustiosamente  necesitaba. Al sensibilizar mi ser con su tranquilizante modo, me reconforté. A partir de esa noche, confié mis temores a ese “vigilante” nocturno que, con asiduidad, cumplió su cometido; me dio la serenidad suficiente para evitar las angustiosas noches de oscuridad nubosa y terribles presagios.
Varios años después de la muerte de mis padres regreso a la casa abandonada, envejecida, plagada de recuerdos engastados en los sitios más oscuros y en  rincones lúgubres de añoranzas, que entreveradas por pinceladas de humor y dicha familiares, arroparon mi niñez y juventud.
“Es de mala suerte ser supersticioso”, pensé y sonreí al  recordar la imagen del buho sobre la rama del viejo roble. Sin embargo, agradecí que la afirmación de mi ser juvenil se inició con el blindaje emocional que me proporcionó ese evento.  
Abrí la ventana de mi antigua habitación y observé por un rato al anciano roble e imaginé, prendido de la rama, al “vigilante” moviendo su plumosa testa y ululando, para advertir a las presencias extrañas de su presencia protectora. Concluyo que soy un ser rebosante de recuerdos y tal vez por eso, reconozco que hay algo triste en la vida. Es difícil definir lo que es, pero supongo que, al final, el cúmulo de añoranzas es tan grande y pesado, que el tiempo romperá la talega  en el Universo Infinito.                                                      
22/06/2024



jueves, 6 de junio de 2024

Desesperación

 Desesperación

Jorge

En el hermético verdor  interior de la selva alta ecuatorial, el  “Proyecto  Mercurio”: una planta generadora de biomasa,  ⏤materia orgánica que se usa como fuente de energía renovable, económica y limpia⏤ requería la localización de áreas específicas.   

  Con la bruma húmeda y gris de la madrugada permeándo sibilante la espesura, partieron del poblado: Lorenzo, el topógrafo, y Ramiro, el guía, con provisiones para dos días.


En la  pequeña oficina del “Proyecto Mercurio” de la aldea, un  bochorno gélido se adhirió untuoso a las personas que laboraban en el recinto, cuando la sofocada mujer, atribulada, y nerviosa, abrió la puerta y  con la angustia reflejada en el rostro informó que después de cuatro días, Lorenzo, su esposo, no había llegado. Preocupado, el funcionario encargado de la oficina se comunicó con el guía. Este Le informó qué, por la tarde del primer día habían localizado el lugar, pernoctaron ahí y el segundo día hicieron los trabajos correspondientes.  Partieron de regreso el tercer día, por la mañana. Después de caminar un largo trecho, discutieron sobre el rumbo a tomar y él, siguió por el que consideró correcto, llegando por la noche a su casa.

Se organizaron cuadrillas de búsqueda, avionetas y helicópteros rastrearon el espacio aéreo, sin éxito.

María, la esposa de Lorenzo, ante los resultados adversos, y desesperada, acudió con el chamán del poblado, un anciano de saberes primigenios. Enterado del problema, pidió ropa y objetos personales del topógrafo;  se encerró varias horas en una habitación y al salir, les señaló: 

—He logrado conectarme con el pensamiento de Lorenzo...  He sentido su desesperación y angustia; el miedo, la sed y el hambre que lo tiene derrotado. Exasperado, ha tratado de extraer agua de las hojas y tallos de las plantas, se ha alimentado con ellas, irritándo boca e intestinos. Ha caminado sin rumbo fijo, abriéndose paso en lo intrincado de la selva,  escuchando con desesperación el pasar de las aeronaves, sin ser avistado. Trae una revólver y le queda sólo una bala, cuatro las usó tratando de cazar animales para sus sustento. Está dispuesto a suicidarse si no logra salir de la selva, mañana… Voy a tratar de inducirlo a que camine en círculo, para que no se aleje más.

 

Llorando de desesperación, con la garganta seca y el paladar inflamado por la sed intensa que lo enloquecía, se dió cuenta que había llegado al mismo lugar de donde había partido. Era media mañana y el fatalismo se aferró a su ser, sacó el revólver de la cintura, dispuesto a cumplir la decisión tomada sobre su límite de lucha. Introdujo una bala en el cilindro, preparó el percutor, y con el brazo temblando acercó el cañón a la sien con el dedo puesto en el gatillo. Esperó un instante y respiró profundo antes de apretarlo... 

Al exhalar lentamente, creyó escuchar a lo lejos voces gritando su nombre...