viernes, 17 de mayo de 2013

Enseñanza de vida






Enseñanza de vida

No tengo intención de levantarme. Espero que no me llamen por teléfono o, que no se le ocurra a mi madre que le haga algún mandado. No quiero moverme, ni quitarme los zapatos… aunque se ensucie la colcha, total, después la sacudo, si alguna vez llego a pararme. Quiero seguir recostado fumando mi cigarro. Estoy triste, como casi todos los días, melancólico -diría mi maestra de biología.
            Escucho la misma música que me acompañó durante la caminata por el parque con Elisa. Por la ventana abierta, está penetrando una brisa refrescante -con olor a eucalipto- del viejo árbol que filtra los rayos del sol para que entren a mi cuarto como en un abanico de luz. Nunca me había fijado en la cantidad de pájaros que se posan en sus ramas y la variedad  de trinos que emiten –la vida es bella.
            Estoy feliz, porque creo que la amo. No le he dicho nada aún, esperaré la primera oportunidad. Yo pienso que sí es amor, porque cada vez que me acerco a ella: huelo su perfume, veo sus lindos ojos negros y tomo  sus mano para saludarla, me tiemblan las piernas y el corazón comienza a correr como si huyera, cuando lo que quiero es estar más cerca de ella. Debo de fijarme más también en lo que hablo, pues la otra vez, quise decir cosas importantes o diferentes y tartamudeé -de plano la regué- y lo peor… me ruboricé –y me lo dijo. Eso lo aprovecha Antonio para quedar bien con ella. Le anda tirando también los perros. ¡Espero que no lo pele!
            ¡Me hizo caso!... ¡ya es mi novia! Sucedió en una banca del parque mientras platicábamos; me acerque y la besé, sintiendo la tibieza de su boca y el roce húmedo de su lengua, que con la suavidad suculenta de un durazno maduro, comí esparciendo su jugosidad. La tomé entre mis manos y con mis dedos jugué con su larga cabellera negra. Se separó y lentamente me jaló hacia un viejo árbol; nos recargamos en su tronco y nos acariciamos, motivados por la ansiedad y la abstención del deseo. Mientras nuestras manos nos recorrían sutil y superficialmente, la emoción calentó ambos cuerpos, y respondimos al estímulo de la presurosa pasión. Ella me aprisionó suavemente entre sus muslos; mi pierna, empujando levemente su vestido, descubrió su calidez e... ¡intempestivamente, una explosión de luz estalló en mi cuerpo!, cimbrándome en una turbación de dicha. ¡La amo!, ¡la amo!… y la amaré toda la vida.
            Hoy cumplimos tres meses y… no llegó a la cita. No sé qué pasa… quedamos en algo y no lo cumple. Ya no tiene tiempo para mí. La siento distante, fría y aburrida; como si nuestra relación fuera una lápida que la aplastara y sofocara. No sé ¿qué hacer?. La inseguridad y la desconfianza me persiguen.
            Los celos se adueñaron prácticamente de mi vida. Siento constantemente un dolor en el pecho que dificulta mi respiración; el temor de que me engañe, corroe mi cuerpo. No duermo, no como, ando como robot todo el día. Tengo permanentemente un pensamiento: ¿Cómo la puedo retener? ¿Cómo hacer para que me vuelva amar?  Por las noches vago de cuarto en cuarto, sin poder conciliar el sueño. Le hablo por teléfono, sin importar la hora; ¡Claro, no quiere que la despierte! quiere cortar la conversación y no la dejo, necesito oír su voz… ¡la amo y la odio! No entiendo: ¿Cómo puede dormir en estas circunstancias?
            La seguí al salir de la escuela y vi, con lágrimas en los ojos y el dolor más profundo que he sentido en mi vida, como Antonio la recibía tomándola de la cintura y dándole un beso de amor tan apasionado que obligó a los transeúntes a voltear la cara y sonreír.
            No tengo intención de levantarme, estoy frustrado, es el dolor más fuerte que he tenido en mi vida. Acurrucado sobre mi cama veo a la luna entrar a la habitación, sus plateados brazos me acarician, tratando de compartir el luto de mi alma. El dolor me desgarra y tardará mucho en sanar la herida.
            Suena el teléfono y después de tres timbrazos levanto el auricular:
            - Bueno…
            - ¡Hola Juan! ¿Te desperté?
            - No, estoy muy triste, terminé con Elisa, estaba pensando…
            - ¡Voy a salir a bailar con dos amigas! ¿Quieres ir? Al fin un clavo saca otro clavo ¿Qué dices…?
            - ¡Vamos!


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