domingo, 18 de agosto de 2013

Destino alterado


Destino alterado


El destino es el que baraja las cartas,
 pero nosotros somos los que jugamos.
William Shakespeare

Había asistido al abuelo durante la larga enfermedad, palpando  día con día entristecido y desalentado, su deterioro progresivo. Sabía que el término de la vida de su abuelo estaba muy cercano y al igual que toda la familia sentía un dolor profundo por la pérdida de un hombre sabio, amable y cariñoso, que siempre apoyó a cada uno de los parientes en las circunstancias difíciles.
            Exitoso en su trabajo, el abuelo llegó a tener holgura económica desde muy joven y su empresa conserva aún el liderazgo en la industria del libro. Hombre de cultura amplia, pasaba gran parte de su tiempo en la biblioteca de la Editorial. Siempre tenía tiempo para la gente cercana y amigos que lo visitaban solicitando su orientación y consejo.
            La certeza de sus sentencias le fincaron fama de clarividente entre los conocidos y el respeto por las recomendaciones dadas. Condición que él aminoraba con natural modestia. La gente solicitaba asesoría y tras el escritorio, lugar central de su reino, los escuchaba atentamente. Cuando tenía una comprensión completa de la problemática presentada, les requería de un momento para analizarla. Se introducía a la oficina contigua, y después de un largo rato, volvía para manifestarles el consejo.
            El abuelo lo mandó llamar expresamente. Al llegar, un sirviente lo condujo a su recámara y al verlo,  pidió que salieran todos y se acercara Carlos a su lado para hablarle de algo personal. Escuchó de sus labios las siguientes palabras, bisbiseadas al oído:
            Carlos, he decidido que te encargues de mis responsabilidades en la Editorial y heredarte el espejo especial que ha acompañado a la familia por generaciones. Sólo tú puedes conocer de su existencia. Me lo heredó mi padre, afirmando que llegó a la familia hace muchos años procedente de Arabia, y que fueron sus propietarios famosos hechiceros desde la antigüedad remota; tiene la virtud de reflejar imágenes simultáneas por ambas caras, la real y la virtual. Esta última, proyecta una visión del futuro del sujeto captado, siempre y cuando continúe su vida como hasta ese momento la ha hecho. El espejo está en  la oficina sobre un marco hueco, de tal forma que puede reflejar la imagen de las personas sentadas frente al escritorio. Es por eso que mis opiniones y consejos son, en la mayoría de los casos, acertados. Al aceptar el cargo de Director General, tomas la responsabilidad del espejo. Poco después expiró tomado de su mano.
            Carlos ocupó el cargo de Director en la Editorial. Asumió también, con éxito, la labor de orientador y agorero. Aconsejaba sobre el cambio de actitudes y acciones en las vidas de los consultantes si veía problemas en su futuro, logrando armonizar sus existencias y evitando que cayeran en los conflictos previstos .
           
El verano siguiente llegó a saludarlo su hija Natalia y conversaron largo rato en la oficina. Fue a  despedirse, se iba de vacaciones con los niños. Consultó al espejo para anticipar sus vivencias. ¡Lo que vio, lo horrorizó! El avión explotaba en el aire y se consumía en una nube de fuego. Salió lívido del cuarto y pidió a Natalia que suspendiera el viaje. Se negó rotundamente, pidiendo explicaciones que él no podía dar. Era tal su desesperación que, rompiendo la promesa hecha al abuelo, le comentó lo del espejo. Ella se rió de la historia. Se  lo trató de demostrar físicamente llevándola al cuarto contiguo, pero éste permaneció oscuro.  Exasperado, le rogó encarecidamente que no viajara, y ella lo ignoró, despidiéndose molesta y desconcertada por la  actitud de su padre.
            Era imprescindible impedir el viaje. La fecha de partida cada vez más cercana y no se le ocurría algo. No sabía cómo salir de aquel laberinto. Pasó horas elaborando planes que desechaba al poco rato. Por fin un día elaboró un proyecto. Consiguió el material, equipo necesario, personal especializado y discreto… Y esperó ansioso.
            Le hablaron sus nietos para despedirse. Trató de aparentar tranquilidad y bromeó con ellos. AL colgar el teléfono, se tomó un café en la cocina y caviló su angustia.
           
Anunciaron la salida del vuelo por los tableros electrónicos y el magnavoz del aeropuerto: Pasajeros del vuelo 606 de American Airlines con destino a Orlando, Florida, favor de abordar por la sala veinte…
            Al llegar a la sala, los pasajeros ocuparon los asientos del área de espera; observaban a través del ventanal las maniobras de carga del aeronave y a lo lejos, la llegada y partida de los aviones en las pistas; percibían el vibrar en los cristales, producido por el continuo despegar. Vieron como el aparato se acercó lentamente al túnel de acometida y los maleteros se aprestaron a subir el  equipaje a las bodegas.
            Cuando cerraron los almacenamientos y alejaron los carros vacíos, se oyó un estruendo que hizo vibrar los ventanales de la sala de espera.  Grandes llamaradas cubrían a la aeronave, el estruendo de las ventanas al estallar parecían cañonazos en un ambiente de guerra.  Los pasajeros se agolparon a observar al avión partido en dos por la parte central y fuego saliendo de las bodegas. Fueron desalojados por el personal de seguridad. Al siniestro llegaron rápidamente llegaron carros de bomberos y controlaron el fuego y las explosiones. No hubo más percances que lamentar, que la pérdida del avión.
            Desde el restaurante Carlos observó entre decenas de asombrados espectadores, la labor de los bomberos. Cerró su teléfono celular y lo guardó,  dio el último trago a su café y pido la cuenta…
           
En el noticiero nocturno se informó:
            ... La agencia investigadora descubrió que fueron dos bombas las que estallaron en el avión, una en el área de servicio y otra escondida en un embarque de libros. Entre los pasajeros se encontraban políticos importantes. Se sospecha de un atentado contra sus vidas…




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