Amor
literario
¾¡Abandonándome estás, infiel amada!, te
alejas, y de tu amor huérfano quedaré si tu cariño me prohíbes, Antonomasia
querida. Porque no tengo dinero, piensas que tal vez un mejor partido podrás
encontrar en la Gran manzana.
Recuerda, sin embargo, que por cielo y tierra te seguiré, ya qué olvidar no
puedo el ébano de tu cuerpo, el grácil movimiento de tus caderas al caminar
cadenciosa, desatando en mí un cúmulo de entallados instintos, ávidos de explorarte.
Extraño desde ahora el brillo solar de tus ojos y el ensortijado cabello de tú armónica
cabeza... ¡De mis amores, morena! No me abandones.
¾¡Bájale, Hipérbaton! Sólo
visitaré Gringolandia por un tiempo.
Cruzaré el Río de mojada y quiero llegar hasta la capital. Si encuentro trabajo, me quedo
un rato… Sólo espero recoger unos pocos billetes
verdes.
¾Acompañarte quiero, mi
oscuridad luminosa; arduamente trabajaremos para triunfantes regresar.
Antonomasia Domínguez e
Hipérbaton Pérez con sus mochilas afianzadas a la espalda, al río contemplan con
temor, antes de cruzarlo. La aventura emprenden decididos, acompañados de
varios paisanos. Por la corriente son arrastrados hasta las rocas que la escollan.
En ellas soportados, hasta el cuello el agua les llegaba cuando avanzaron para
alcanzar la orilla.
De
noche, el frío y el viento castiga sus cuerpos, ya que en el desierto deben
caminar por la oscuridad. En constante desvelo, la luna los vigila, acompaña, y
sus pasos dirige al caminar punzados y arañados entre cactus y abrojos. Durante
el día, el dormir bajo el sol abrasador es obligatorio, bajo las escasas
sombras que las rocas prodigan, y soportando la punzante arena que el viento
arroja.
La
fatiga los acerca a un pueblo: brillan las luces, ladran los perros y el helado
viento los entumece. Sigilosos se acercan y al pavimento llegan. Las
amarillentas farolas iluminan sus astrosas figuras resaltando los demacrados
rostros.
Sam
Houston es la calle por donde inician su victoriosa entrada al país del norte. Sonríen, se abrazan e
inician la invasión. Tres pasos habían dado cuando iluminados son desde todos
los ángulos. Impactados por el resplandor, escuchan el click repetido de
numerosas armas al ser cargadas, y las palabras en el magnavoz con un español
distorsionado:
¾ ¡No se muevan! ¡Están detenidos!
En la celda repleta de mojados, después de dos días de su
arresto, Antonomasia e Hipérbaton, comentan su segura deportación como la del
millón y medio de indocumentados que han
sido repatriados en los últimos meses, después de la toma de posesión del nuevo
gobierno.
El ruido de botas militares hollando el pavimento se
escucha fuerte y sincronizado. La reja se abre y el oficial de mando pregunta:
¾¿Quién quiere trabajar para
el gobierno de los Estados Unidos de América?
Por
hora de trabajo, serán pagados conforme al salario vigente.
¡Firmen
su contrato ahora, la gran muralla!,
a construir vamos.
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