lunes, 21 de noviembre de 2016

Amor literario

Amor literario


¾¡Abandonándome estás, infiel amada!, te alejas, y de tu amor huérfano quedaré si tu cariño me prohíbes, Antonomasia querida. Porque no tengo dinero, piensas que tal vez un mejor partido podrás encontrar en la Gran manzana. Recuerda, sin embargo, que por cielo y tierra te seguiré, ya qué olvidar no puedo el ébano de tu cuerpo, el grácil movimiento de tus caderas al caminar cadenciosa, desatando en mí un cúmulo de entallados instintos, ávidos de explorarte. Extraño desde ahora el brillo solar de tus ojos y el ensortijado cabello de tú armónica cabeza... ¡De mis amores, morena! No me abandones. 
¾¡Bájale, Hipérbaton! Sólo visitaré Gringolandia por un tiempo. Cruzaré el Río de mojada  y quiero llegar hasta la capital. Si encuentro trabajo, me quedo un rato… Sólo espero recoger unos pocos billetes verdes.
¾Acompañarte quiero, mi oscuridad luminosa; arduamente trabajaremos para triunfantes regresar.

Antonomasia Domínguez e Hipérbaton Pérez con sus mochilas afianzadas a la espalda, al río contemplan con temor, antes de cruzarlo. La aventura emprenden decididos, acompañados de varios paisanos. Por la corriente son arrastrados hasta las rocas que la escollan. En ellas soportados, hasta el cuello el agua les llegaba cuando avanzaron para alcanzar la orilla.
De noche, el frío y el viento castiga sus cuerpos, ya que en el desierto deben caminar por la oscuridad. En constante desvelo, la luna los vigila, acompaña, y sus pasos dirige al caminar punzados y arañados entre cactus y abrojos. Durante el día, el dormir bajo el sol abrasador es obligatorio, bajo las escasas sombras que las rocas prodigan, y soportando la punzante arena que el viento arroja.
La fatiga los acerca a un pueblo: brillan las luces, ladran los perros y el helado viento los entumece. Sigilosos se acercan y al pavimento llegan. Las amarillentas farolas iluminan sus astrosas figuras resaltando los demacrados rostros.
Sam Houston es la calle por donde inician su victoriosa entrada al país del norte. Sonríen, se abrazan e inician la invasión. Tres pasos habían dado cuando iluminados son desde todos los ángulos. Impactados por el resplandor, escuchan el click repetido de numerosas armas al ser cargadas, y las palabras en el magnavoz con un español distorsionado:
¾ ¡No se muevan! ¡Están detenidos!

En la celda repleta de mojados, después de dos días de su arresto, Antonomasia e Hipérbaton, comentan su segura deportación como la del millón y medio de indocumentados que han sido repatriados en los últimos meses, después de la toma de posesión del nuevo gobierno.
            El ruido de botas militares hollando el pavimento se escucha fuerte y sincronizado. La reja se abre y el oficial de mando pregunta:
¾¿Quién quiere trabajar para el gobierno de los Estados Unidos de América?
Por hora de trabajo, serán pagados conforme al salario vigente.
¡Firmen su contrato ahora, la gran muralla!, a construir vamos.


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