El lítote presidencial
Es tan fácil
engañarse a uno mismo sin darse cuenta,
como
difícil engañar a los demás sin que se den cuenta.
La Rochefoucault
“Mi único propósito es que a México le vaya bien… Ningún
presidente creo se haya levantado pensando en cómo joder a México”.
Así hablaste ante empresarios, en una
atenuación repetitiva, durante el foro en el que los manipuladores de los hilos
¾tus dueños¾ aplaudieron, y cuál marioneta, les agradeciste la ovación inclinándote con
reverencia.
La historia de México es larga y no menos
importante el robo de sus recursos. No pocos presidentes, políticos y
empresarios nos han jodido desde el fin de la revolución. ¿Hay país que resista
tal latrocinio…?
No quisiera
restregártelo en la cara, pero no fue inteligente invitar al candidato al
gobierno del país del norte, el troglodita que nos desprecia, a nuestra casa.
Tu prestigio no aumentó con esa acción.
No han sido pocos los rubros en los que has fallado: cómo
las reformas estructurales, la corrupción e impunidad solapada de funcionarios,
amigos, aliados, y la no menos exacerbada violencia, con la que prometiste
acabar. Los errores, la soberbia los desdeña y la estulticia, los ignora. ¿Te parece
mucho el veintiséis por ciento de aceptación en tú mandato? No debe andar muy
lejos una revuelta popular.
Enrique sonrió frente al espejo al peinarse.
Se acomodó la corbata, y aplicó perfume, mientras se burlaba internamente del
espectro social que lo había invadido momentos antes. Salió de su alcoba y se encaminó con la mirada al frente, y el
gesto altivo hacia la escalera. De soslayo vislumbro su sombra precedida del
copete presidencial. Lo seguía no muy lejos, paso a paso, adosándose al piso y
a la pared. Oyó que le decía:
No
esta lejos el fin de tú mandato y el pueblo te va a juzgar.
—Sólo eres un espectro, no me intimidas —pensó.
Tendrás
que cambiar de actitud hacia tus gobernados en los dos años que te faltan en la
presidencia, o como fiscal del pueblo te sancionaré ejemplarmente.
—Desde ahora te digo que no cambiaré,
¡desaparece! —dijo entre dientes.
Conforme bajaba las escaleras, percibió
cambios en la sombra, no era algo que se notara evidentemente, pero a él, así
le pareció. Atribuyó el ligero encorvamiento, la disminución del tamaño del
copete, la figura recién engrosada, al contorno de la escalera.
Al llegar a su oficina el oficial de
guardia le cerró el paso.
Enrique, con voz de mando, le espetó:
—¡Abra el paso al presidente!
—¡No me diga!, señor López Obrador. ¡Aquí, usted no es presidente!...
* Lítote o
Atenuación es una figura retórica que consiste en afirmar algo negando lo
contrario
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