New
Orleans
El blues es una respuesta del esclavo
al reto de la opresión.
Tonybee
El
sonido de un blues lento y pegajoso se arrastraba por la pared de madera del
antiguo hotel de arquitectura francesa. Escurriéndose por los arcos, rebasó la
balaustrada y penetró en la ventana de la habitación, acompañando a los
tórridos y tardíos rayos matutinos, precursores del mediodía. Marie, acalorada,
se descubrió de la nívea sábana dejando ver su contrastante y juvenil cuerpo
oscuro. Caminó hacia la ventana, contoneando mórbidamente las caderas y
extendiendo en cada paso con indolencia sus largas y esbeltas piernas morenas.
En la acera frontal la banda callejera animaba la calle, esperando de los
transeúntes algunas monedas. La mirada alegre del saxofonista le hacía guiños
al mirarla en el balcón siguiendo el ritmo de la melodía.
George
abrió los ojos y parpadeó al sentir la luz sobre su rostro, estiró los brazos
con el propósito de desentumecerse y volteó a ver la majestuosa espalda oscura.
Comenzó a recordar lo fortuito de la situación que lo condujo a recalar en ese
hotel decadente de la Royal street.
El secuestro de la joven Annette les
proveyó medio millón de dólares. George era el encargado de recoger el rescate.
Sus dos socios fueron sorprendidos y ultimados, tras liberar a la víctima en un
lugar cercano a la ciudad de Atlanta. Él había comunicado las instrucciones
telefónicamente con su celular, por etapas. Sabía que no tardarían en encontrarlo,
por lo que huyó hacia el sur, hasta llegar a New Orleans. Luisiana era un estado donde podría refugiarse un buen
tiempo antes de llegar a la frontera y perderse en algún pueblo de México.
Pensaba que a sus cincuenta años podría retirarse. En el vecino país, era fácil
hacerse de una nueva identidad y vivir placenteramente el resto de sus días.
Llegó
por la noche a la ciudad, se registró en el Roya hotel, situado en
el barrio francés. Subió a su habitación, sacó del viejo maletín
algunos cientos de dólares, luego lo escondió bajo la cama, y salió a buscar
algo de cenar.
Transitó
caminando el mutismo hipócrita y triste de calles oscuras, casas de madera,
terrazas con mecedoras vigilantes del paso de trasnochadores, a la luz y
bullicio de Bourbon Street, una calle llena de vida, con música de
jazz y blues en cada establecimiento; borrachos, drogadictos y turistas;
apiñados y cercados por anuncios luminosos invitando a la clientela a
deleitarse con la gastronomía cajún y la música de jazz.
George entró al
bar Jester Mardi Gras cuando escuchó la música candente del saxofón,
escoltado por varios instrumentos, inoculando sensualidad y calor al ambiente.
Mientras cenaba, su mirada se cruzó con la de una joven negra de pelo crespo,
ojos oscuros, grandes pestañas, de nariz ligeramente ancha y labios gruesos.
Estaba sola en una mesa frente a él. Con una copa en la mano, y sonriéndole
provocativamente. Alzó el brazo, y extendiéndolo brindó a la distancia. George
la invitó a su mesa. Cenaron y bailaron recorriendo varios lugares hasta que la
madrugada exaltó sus emociones y los encaminó al decadente hotel.
La música cesó para
dar paso al barullo tradicional de los sonidos urbanos. George y Marie pidieron
les llevaran el desayuno al cuarto, y mientras llegaba se vistieron. El trato
seductor de él propiciaba la continuación del embeleso de una noche romántica.
Ella sonreía halagada.
Oyeron
el toquido en la puerta y ella, mencionando que era el desayuno, se adelantó a
abrir. Entraron cinco individuos y se abalanzaron sobre George, maniatándolo y
sellando su boca con cinta adhesiva. Marie, observaba la escena replegada en la
pared. El saxofonista sacó una jeringa y varias ampolletas. Le inyectaron un
exceso de droga, provocándole la muerte. Salieron con la maleta. En la
recepción recogieron sus instrumentos musicales, le dieron su parte al
administrador, y se perdieron en el Vieux Carré confundiéndose
entre la multitud de viandantes.
28 de noviembre de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario