lunes, 28 de noviembre de 2016

El robo

El robo

Corría desesperado por los pasillos de la moderna plaza comercial tropezando  a cada paso con la  multitud de  eufóricos compradores, llevaba un montón de ropa bajo el brazo. La policía lo perseguía a corta distancia. En su loca carrera soltó una a una, todas las prendas sustraídas en la Boutique Soft & esquisite. Volteando a ver quién lo perseguía, se tropezó con un bote de basura y rodaron ambos. Levantó el depósito, lo orilló y siguió su carrera hasta una de las puertas de salida, donde fue detenido y entregado a la patrulla de la Policía Municipal.
            El sargento Joel Espinoza, lo registró sin encontrar nada de lo robado.
¾Ramírez ¾dijo a su asistente¾  mételo a la patrulla.
Apenas el vehículo había iniciado la marcha, cuando el sargento, le dijo:
            ¾¡Si serás pendejo, Faustino!, ésta es la tercera vez que te pesca la policía de los centros comerciales, tendremos que cambiarte a otro lugar, y… no quedan muchos. ¡Ah!, y pasa el billete que traes en el bolsillo derecho.
            El ratero entregó el billete de quinientos pesos.
            Durante el camino, trataba de encontrar el modo de no ir a la cárcel ese día. Era el último del año y en la vecindad festejarían, como siempre, la llegada del nuevo año con una gran fiesta. Se había comprometido con Mariana a pasar por la noche. Estaba enamorado de esa morena de ojos negros y mirada ardiente.
           
Buenas tardes, jefe, dijo el sargento Espinoza, cuadrándose ante el agente del Ministerio Público. Le traemos a Faustino,  lo agarraron en  Plaza Galerías Veracruz.
            ¾¿Cuánto traía?
            ¾Sólo doscientos pesos, se los paso, jefe.
            ¾Mira Faustino ¾dijo el agente¾ es muy triste que el fin de año lo pases entambado.
            ¾¡No, jefe!, ¡hoy no!, pídame lo que quiera, pero hoy no me encierre. ¡Lo que quiera, jefe!...
            ¾Bueno, sí hay algo en lo que me puedes ayudar. Tengo en los separos a tres niños ricos acusados de la violación de una adolescente. Desde que los trajeron se mostraron arrogantes y prepotentes. Me trataron con sorna, y presuntuosos me indicaron que no tardarían en salir, pues sus padres son muy poderosos en el Estado. Quisiera darles una calentadita, pero no puedo porque me correrían, y a cualquier guardia que les pusiera una mano encima. Ese es el favor… y sales. Ya están ahí el Choro y el Manitas. Nada más… déjenlos vivos.
            El sonido de la cerradura en la reja despertó las conciencias y las emociones iracundas de los regios ocupantes de la celda.
            ¾¡Ya déjenos salir!, policías de mierda, o se los va a llevar la chingada, cuando lleguen nuestros padres.
            Feliciano entró pausadamente a la celda, su andar denotaba la soltura del que conoce el lugar y  lo considera un espacio propio. Divisó a sus camaradas en un rincón y en el lado opuesto a las joyas de la corona. Se dirigió a ellos y plantándose frente al que se parecía a él en el cuerpo, le dijo:
            ¾¡Bonita la ropa que traes!, tus mocasines deben ser importados ¿No?
            ¾¡Qué te importa, pendejo!
            ¾No me hables así… porque me ofendo.
            ¾¡Chinga tu madre, pinche indio!...
            ¾¡Te lo advertí, cabrón!
Diciendo esto, le soltó un puñetazo en la cara, y cuando caía comenzó a patearlo; lo tundió a golpes en la cabeza y el cuerpo. No se paró más, quedó desmayado en el suelo sangrando y con el rostro abotagado. Sus amigos quisieron intervenir, pero el Choro y el Manitas, se abalanzaron sobre ellos, dándoles el mismo tratamiento. Media hora fue suficiente para lograr la abdicación de la realeza, en un crujir de huesos y charcos sanguinolentos.
            Faustino terminó de vestirse estrenando ropa y calzado de marca, hizo ruido en los barrotes para que el guardia se apresurara a abrir la reja y los retirara de la comisaría por una salida lateral.
            En la calle asaltaron a varios transeúntes para hacerse de dinero. Faustino tomó un taxi y se dirigió nuevamente al centro comercial. Apresurando el paso llegó a la zona donde había tropezado, localizó el depósito de basura, y regresó en el vehículo a la vecindad, a tiempo para pasar por Mariana.
            ¾Hola, mi amor ¿estás lista? ¾preguntó al verla bajar por la escalera enfundada en un vestido rojo que parecía ser parte de su anatomía. Te ves hermosa, pero vas a tener que ponerte el complemento: ¡El rojo del amor y el amarillo del dinero!
Le presentó en cada mano, una tanga de marca francesa.
¾Producto de mi trabajo, cariño. 


            

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