El
robo
Corría
desesperado por los pasillos de la moderna plaza comercial tropezando a cada paso con la multitud de
eufóricos compradores, llevaba un montón de ropa bajo el brazo. La
policía lo perseguía a corta distancia. En su loca carrera soltó una a una,
todas las prendas sustraídas en la Boutique
Soft & esquisite. Volteando a ver quién lo perseguía, se tropezó con un
bote de basura y rodaron ambos. Levantó el depósito, lo orilló y siguió su
carrera hasta una de las puertas de salida, donde fue detenido y entregado a la
patrulla de la Policía Municipal.
El
sargento Joel Espinoza, lo registró sin encontrar nada de lo robado.
¾Ramírez
¾dijo
a su asistente¾ mételo a la patrulla.
Apenas el vehículo había
iniciado la marcha, cuando el sargento, le dijo:
¾¡Si
serás pendejo, Faustino!, ésta es la tercera vez que te pesca la policía de los
centros comerciales, tendremos que cambiarte a otro lugar, y… no quedan muchos.
¡Ah!, y pasa el billete que traes en el bolsillo derecho.
El
ratero entregó el billete de quinientos pesos.
Durante
el camino, trataba de encontrar el modo de no ir a la cárcel ese día. Era el
último del año y en la vecindad festejarían, como siempre, la llegada del nuevo
año con una gran fiesta. Se había comprometido con Mariana a pasar por la noche.
Estaba enamorado de esa morena de ojos negros y mirada ardiente.
Buenas tardes, jefe, dijo el sargento Espinoza,
cuadrándose ante el agente del Ministerio Público. Le traemos a Faustino, lo agarraron en Plaza Galerías Veracruz.
¾¿Cuánto
traía?
¾Sólo
doscientos pesos, se los paso, jefe.
¾Mira
Faustino ¾dijo el agente¾
es muy triste que el fin de año lo pases entambado.
¾¡No,
jefe!, ¡hoy no!, pídame lo que quiera, pero hoy no me encierre. ¡Lo que quiera,
jefe!...
¾Bueno,
sí hay algo en lo que me puedes ayudar. Tengo en los separos a tres niños ricos
acusados de la violación de una adolescente. Desde que los trajeron se
mostraron arrogantes y prepotentes. Me trataron con sorna, y presuntuosos me
indicaron que no tardarían en salir, pues sus padres son muy poderosos en el
Estado. Quisiera darles una calentadita, pero
no puedo porque me correrían, y a cualquier guardia que les pusiera una mano
encima. Ese es el favor… y sales. Ya están ahí el Choro y el Manitas. Nada más…
déjenlos vivos.
El
sonido de la cerradura en la reja despertó las conciencias y las emociones
iracundas de los regios ocupantes de la celda.
¾¡Ya
déjenos salir!, policías de mierda, o se los va a llevar la chingada, cuando
lleguen nuestros padres.
Feliciano
entró pausadamente a la celda, su andar denotaba la soltura del que conoce el
lugar y lo considera un espacio propio.
Divisó a sus camaradas en un rincón y en el lado opuesto a las joyas de la corona. Se dirigió a ellos y
plantándose frente al que se parecía a él en el cuerpo, le dijo:
¾¡Bonita
la ropa que traes!, tus mocasines deben ser importados ¿No?
¾¡Qué
te importa, pendejo!
¾No
me hables así… porque me ofendo.
¾¡Chinga
tu madre, pinche indio!...
¾¡Te
lo advertí, cabrón!
Diciendo esto, le soltó un
puñetazo en la cara, y cuando caía comenzó a patearlo; lo tundió a golpes en la
cabeza y el cuerpo. No se paró más, quedó desmayado en el suelo sangrando y con
el rostro abotagado. Sus amigos quisieron intervenir, pero el Choro y el Manitas, se abalanzaron sobre
ellos, dándoles el mismo tratamiento. Media hora fue suficiente para lograr la abdicación
de la realeza, en un crujir de huesos y charcos sanguinolentos.
Faustino
terminó de vestirse estrenando ropa y calzado de marca, hizo ruido en los barrotes para que el guardia se apresurara
a abrir la reja y los retirara de la comisaría por una salida lateral.
En
la calle asaltaron a varios transeúntes para hacerse de dinero. Faustino tomó
un taxi y se dirigió nuevamente al centro comercial. Apresurando el paso llegó
a la zona donde había tropezado, localizó el depósito de basura, y regresó en
el vehículo a la vecindad, a tiempo para pasar por Mariana.
¾Hola,
mi amor ¿estás lista? ¾preguntó
al verla bajar por la escalera enfundada en un vestido rojo que parecía ser
parte de su anatomía. Te ves hermosa, pero vas a tener que ponerte el complemento:
¡El rojo del amor y el amarillo del dinero!
Le presentó en cada mano, una
tanga de marca francesa.
¾Producto
de mi trabajo, cariño.
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