Método Crítico
paranoico
De ninguna manera volveré a México.
No soporto estar
en un país más surrealista
que mis pinturas.
SalvadorDalí
Lola me trajo a
Nueva York a celebrar nuestro vigésimo aniversario de casados. Hemos disfrutado
esta hermosa metrópoli desgastando los zapatos y los bolsillos en un trepidante
caminar, de compras en grandes almacenes, comiendo en restaurantes famosos y visitando
sitios de interés turístico: Central Park, Quinta Avenida, Empire State, Estatua
de la Libertad. Disfrutamos en Broadway de maravillosas obras de teatro.
Conocimos el Museo Metropolitano y ahora estamos en el de Arte Moderno. He
recorrido varias salas apresuradamente, observando al vuelo, pinturas de
autores famosos. Sin embargo, al llegar a Dalí, me detuve abruptamente para
contemplar La persistencia de la memoria.
Mi mente divaga, el tiempo pasa y no
puedo separarme de ese cuadro con cuatro
relojes, tres de ellos blandos en un fondo realista, donde el contraste de la
maleabilidad con la rigidez pétrea me hace pensar en la diferencia de
substancias; la vida vencida, como los cronógrafos por el tiempo, me estremece,
me traslada a lo inevitable de mi acontecer y a lo efímero de la existencia.
Me impresiona el reloj que se
derrite sobre un rostro flácido descansando en la arena; el que cuelga de la
rama seca, como si lo estuvieran secando al sol, y no encuentro el sentido de
la mosca parada en el otro marcador del tiempo.
Noto una oscura presencia a mi lado,
la observo con disimulo y atrae mi atención su bastón de madera con empuñadura
dorada, representando la cabeza de un león, recargado con descuido en el traje
negro. El chaleco floreado, se deja ver por el saco abierto y contrasta con el
color rojo de la bufanda que cubre el
cuello; un rostro alargado enmarcado por largos cabellos negros completa el
perfil. La mirada taladrante de los grandes ojos enajenados se fija en mí; la
nariz aguileña puntualiza mi presencia y los largos bigotes enroscados se
carcajean de la situación.
—¿Le gusta La persistencia de la memoria?, indaga, esbozando una sonrisa, que
amplía el movimiento de los bigotes.
—Sí, aunque creo que el autor estaba
algo desquiciado al crear la obra. Sorprende la
delirante asociación de objetos en un escenario completamente onírico.
—Sí, el método utilizado lo denomina
el pintor: Crítico paranoico. Un
sistema irracional de conocimiento espontáneo.
—¡Esa no me la sabía! Lo que a mi me
parece es que los relojes tienen consistencia de queso Camembert ¿no los ve así?
—Tiene razón, cuando pinté el cuadro,
Gala y yo estábamos disfrutando un delicioso queso Camembert, acompañado de
vino tinto de la Rioja.
Extrañado por el comentario, me
quedé viendo al raro sujeto. Levanté los brazos fastidiado ante la usurpación
de la personalidad, di media vuelta y me
dirigí a encontrar a Lola. Caminé algunos pasos y volteé para despedirme; la
galería, poblada de cuadros… no tenía visitantes.
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