lunes, 23 de septiembre de 2013

Método critico paranoico


Método Crítico paranoico


 De ninguna manera volveré a México.
 No soporto estar en un país más surrealista
 que mis pinturas.
SalvadorDalí

Lola me trajo a Nueva York a celebrar nuestro vigésimo aniversario de casados. Hemos disfrutado esta hermosa metrópoli desgastando los zapatos y los bolsillos en un trepidante caminar, de compras en grandes almacenes, comiendo en restaurantes famosos y visitando sitios de interés turístico: Central Park, Quinta Avenida, Empire State, Estatua de la Libertad. Disfrutamos en Broadway de maravillosas obras de teatro. Conocimos el Museo Metropolitano y ahora estamos en el de Arte Moderno. He recorrido varias salas apresuradamente, observando al vuelo, pinturas de autores famosos. Sin embargo, al llegar a Dalí, me detuve abruptamente para contemplar La persistencia de la memoria.
            Mi mente divaga, el tiempo pasa y no puedo separarme de ese cuadro  con cuatro relojes, tres de ellos blandos en un fondo realista, donde el contraste de la maleabilidad con la rigidez pétrea me hace pensar en la diferencia de substancias; la vida vencida, como los cronógrafos por el tiempo, me estremece, me traslada a lo inevitable de mi acontecer y a lo efímero de la existencia.
            Me impresiona el reloj que se derrite sobre un rostro flácido descansando en la arena; el que cuelga de la rama seca, como si lo estuvieran secando al sol, y no encuentro el sentido de la mosca parada en el otro marcador del tiempo.
            Noto una oscura presencia a mi lado, la observo con disimulo y atrae mi atención su bastón de madera con empuñadura dorada, representando la cabeza de un león, recargado con descuido en el traje negro. El chaleco floreado, se deja ver por el saco abierto y contrasta con el color rojo de la  bufanda que cubre el cuello; un rostro alargado enmarcado por largos cabellos negros completa el perfil. La mirada taladrante de los grandes ojos enajenados se fija en mí; la nariz aguileña puntualiza mi presencia y los largos bigotes enroscados se carcajean de la situación.
            —¿Le gusta La persistencia de la memoria?, indaga, esbozando una sonrisa, que amplía el movimiento de los bigotes.
            —Sí, aunque creo que el autor estaba algo desquiciado al crear la obra. Sorprende la  delirante asociación de objetos en un escenario completamente onírico.
            —Sí, el método utilizado lo denomina el pintor: Crítico paranoico. Un sistema irracional de conocimiento espontáneo.
            —¡Esa no me la sabía! Lo que a mi me parece es que los relojes tienen consistencia de queso Camembert  ¿no los ve así?
            —Tiene razón, cuando pinté el cuadro, Gala y yo estábamos disfrutando un delicioso queso Camembert, acompañado de vino tinto de la Rioja.
            Extrañado por el comentario, me quedé viendo al raro sujeto. Levanté los brazos fastidiado ante la usurpación de la personalidad, di media  vuelta y me dirigí a encontrar a Lola. Caminé algunos pasos y volteé para despedirme; la galería, poblada de cuadros… no tenía visitantes.

            


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