La luz
Comenzó
por unas gotas desbordando el recipiente
que durante años había acumulado las
carencias del atraso económico, social y el abandono del Estado a sus
obligaciones fundamentales. El beneficio de una pequeña minoría gobernante y su
alianza con los grandes capitalistas del país, formó el caldo de cultivo de la
corriente de corrupción y violencia que deterioró el entramado social, el orden
y la vida cotidiana.
Al igual que el petróleo derramado
en el mar, la ruindad como una mancha cubrió lentamente a la sociedad con
un manto negro y fétido de vileza y odio; se extendió con la impunidad y
contubernio de la autoridad formal y pronto pintó de grises y negros el
territorio nacional, ultrajando a las poblaciones con robos, secuestros, violaciones
y asesinatos.
Los ciudadanos sometidos bajo su yugo,
fueron obligados a desembolsar cuotas para trabajar y vivir; a cubrir rescates y
a enterrar a sus muertos sin saber quién o porqué los habían asesinado.
El país se degradó, la apatía como
señal de impotencia comenzó a aflorar en el ambiente. La vida social disminuyó
al mínimo en gran parte de las ciudades. Las personas, con un miedo colectivo
que las inmovilizaba, se refugiaban en sus casas después de efectuar sus
actividades diarias. Se sentía una depresión colectiva en los hogares, las
familias ya no reían cuando platicaban durante las comidas. El temor se apropió
de las poblaciones maniatándolas con
una esclavitud sin cadenas. Sin embargo,
la visión del Gobierno y sus voceros, los medios de comunicación, era distinta:
triunfos en los combates contra el crimen organizado, detenciones, rescate de
víctimas, tranquilidad en la vida de las poblaciones.
Con el tiempo, el hartazgo y la
necesidad de supervivencia comenzaron a vencer el temor a las fuerzas
destructivas. El sentido de solidaridad entre vecinos del pueblo, venció poco a
poco al miedo de enfrentar su humillante realidad y comenzaron a organizarse para la defensa de la vida de
sus familias y la vigilancia de sus territorios.
En poco tiempo, lograron detener a
gran parte de maleantes
y entregarlos a las autoridades civiles y del ejército. Tristemente comprobaron
que a los pocos días, estaban libres y actuaban con más saña.
El pueblo decidió instalar un tribunal
popular y someter a los fascinerosos
capturados a su juicio. Así, mientras unos eran sentenciados a trabajos
forzados para la comunidad, otros fueron fusilados. En poco tiempo, el crimen
organizado respetó el lugar.
El ejemplo cundió y la luz comenzó a encenderse en los
poblados circunvecinos. El Gobierno trató de desarmarlos, sin lograrlo y esto
incrementó la fuerza de la voluntad del pueblo.
Se ha iniciado el proceso en
distintas poblaciones del país, como en un árbol navideño que irradia esperanza
de vida y progreso. La incandescencia, partiendo de la base, ha llegado a las
ciudades. Políticos y defraudadores han
acompañado al crimen organizado frente a los tribunales populares.
La luz
está rodeando al árbol y llegará pronto a la punta...
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