Diferencia
Por fin se había firmando el divorcio. Arropados por sus
respectivos abogados, cerraron una vida en común con un frío saludo de manos.
Aquellas extremidades que en un tiempo
acariciaron los cuerpos generando
pasiones, ahora transmitían hastío y formalidad; indiferencia y vacuidad.
Del juzgado
se dirigió a su casa en el viejo automóvil que había rescatado de la arrebatiña
de bienes. Se desvistió y cubrió con una delgada bata que insinuaba las formas
de un cuerpo maduro y esbelto, pródigo
de sensualidad en su movimientos y amable a la vista. Aún se sentía bella y al
pensar en la adulación diaria que recibía de compañeros de trabajo y amigos, reafirmaba
su envanecimiento. Se sirvió una copa de whiskey y con sentimientos encontrados,
y una desazón que la deprimía al evocar el desgaste emocional de los últimos
años, bebió lentamente, saboreando la frialdad y aspereza del licor al pasar
del paladar a la garganta, disfrutando de
la relajación que invadía progresivamente a su cuerpo y espíritu.
El sol
penetraba horizontalmente por la ventana dándole luminosidad a la recámara y
manteniendo una temperatura agradable.
En el amplio lecho, recostada en un edredón encarnado con dos grandes
almohadas como sostén, Mayola analizaba su vida con la firme intención de
elucidar los momentos más importantes. Bebía a pequeños sorbos y recordaba…
Llegó a la
conclusión de que su gran error fue elegir a la persona equivocada para el
matrimonio, estaba muy joven y sus
juicios no estaban bien fundamentados.
Dos
pretendientes, diferentes uno de otro como la risa y el llanto; la primavera e
invierno o, una tarde soleada y una noche plagada de estrellas.
Dos
personalidades, con el suficiente atractivo cada una para pensar en una
relación permanente y al tiempo, tuvo que
tomar una decisión.
La
intelectualidad de Gustavo concordaba
con su presencia física: delgado,
alto, de pelo castaño claro y lacio, que le caía con terca persistencia sobre
la frente y con la misma porfía él se acomodaba con los dedos. Nariz delgada y
recta que sostenía sus distintivas gafas, a través de las cuales se distinguían
unos ojos azules deslavados y húmedos. Vestía regularmente suéteres holgados
que escondían su delgadez y zapatos de
goma que amortiguaban el paso de sus desgarbadas zancadas. Era un hombre de
letras y de pasiones controladas. Tierno, sutil en las caricias, entregas
prolongadas en el amor y dulces finales relajados. Era un arquitecto exitoso,
de carácter afable y sonrisa fácil.
Octavio era
un deportista incesante, siempre en actividad. De cuerpo musculoso, pelo negro ensortijado y brillante, que
enmarcaba su piel blanca haciendo resaltar sus grandes ojos oscuros resguardados
por cejas arqueadas y abundantes. Sus pestañas grandes y rizadas adornaban una mirada juguetona y mordaz como su persona que lo mostraba
atrayente a las mujeres . El vello lo cubría como una segunda piel y le daba el
atractivo sensual de un animal salvaje, de un macho cabrío en permanente celo.
Ingeniero de profesión y carácter arrogantemente extrovertido, explosivo y
cariñoso. Sus decisiones, prontas y no siempre certeras lo llevaban por el
mundo dando tumbos. Era un hombre de contrastes, de emociones constantes… de
una permanente aventura.
¿Por qué
seleccionó a Octavio para casarse? Si por Gustavo sentía una atracción física y emocional similar. Si la
divertía tremendamente y el tiempo que pasaban juntos era una delicia; fuente
diversa de temas en las conversaciones vespertinas, placidez y goce en el amor,
interés por su vida y comprensión de sus tribulaciones diarias; buen consejero,
amigo y amante.
Trató de
situarse en el momento de la decisión y valoración de las cualidades y defectos
de cada uno, ese momento crucial de
sentimientos confusos, valores encontrados, pasiones sopesadas.
Y,
ante el peso similar de atractivos de
cada uno, la diferencia que marcó su vida fue… de escasos centímetros. 10 de marzo de 2014
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