lunes, 31 de marzo de 2014

La dama blanca

La dama blanca

Polux


Su piel de un albor insolente como la espuma del mar la distinguía del común de las personas morenas de la población. Era discriminada  por ser diferente, extraña, rara. De cuerpo alargado y abundante cabellera blanca, vestía túnicas níveas que estilizaban su figura y le daban distinción a su porte. Su mirada azul glacial lastimaba atemorizando a quienes osaban sostenerla. Vivía en una granja en los suburbios y llegaba al pueblo en una carreta jalada por dos hermosos caballos tordillos para surtir su despensa.
         La dama blanca había llegado a ese pueblo alejado, hacía cinco años, en una noche tormentosa plena de rayos y lluvia. Se decía  proveniente de un país del norte de Europa, de ascendencia real y ser refugiada política. Lo cierto es que hablaba correctamente el español, con un poco de acento, y se conducía fría y de manera afable con todo el pueblo.
         Contrataba para su servicio a Lucía una joven del pueblo, y era por ella que se conocían su vida y actividades diarias. Comentó en el pueblo, que leía las cartas y era muy acertada en sus predicciones: le dijo que estaba embarazada antes de que ella lo supiera, el sexo de la criatura y abandono de su pareja clandestina, antes del nacimiento del bebé.
         La gente del pueblo comenzó a solicitar sus servicios y la dama blanca pronto se llenó de clientela y de intimidades que cada persona le contaba. Como en todo pueblo pequeño, el chismerío era grande, la insidia una forma de vida y la promiscuidad se notaba, se sentía y palpaba en las miradas furtivas. Sólo el padre  Juan y ella tenían el conocimiento de la vida encubierta del pueblo. Pero el cura tenía dos frenos: estaba obligado a guardar el secreto de confesión e involucrado en varias historias pasionales.
         Don Quirino, Presidente Municipal y cacique del pueblo la fue a consultar. La dama blanca echó las cartas, las extendió, contó una y otra vez en voz alta y habló levantando su rostro bordeado por la abundante melena alba y fijando sus perforantes ojos azules en él:
         —Don Quirino, sus negocios en general van bien, pero tendrá que tener más cuidado en el número de ganado que se vende y el dinero que le queda de la venta. Veo que transportan paquetes en sus camiones y no llegan a su destino completos.
         —Lo que voy a decir a continuación cuesta trabajo hacerlo, pero tengo la obligación moral y profesional de señalo.  Las cartas hablan de que la mujer que le juró amor eterno lo engaña con el hombre que conoce sus secretos.
         Al día siguiente, amanecieron muertos y torturados en un paraje cercano al pueblo, los cuerpos de el administrador del rancho y varios choferes de sus transportes de carga.
         El pueblo se escandalizó por el secuestro de la esposa de don Quirino y de Lucía, y el descubrimiento de sus cadáveres varios días después, con el letrero: “Por jurar amor eterno”
         El padre Juan abandonó apresuradamente su parroquia una noche y se ignora su paradero.
         La dama blanca continúa leyendo la vida a don Quirino y dirigiendo su futuro, aunque sin jurar amor eterno.

1 de abril de 2014
          



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