Casa
de muñecas
Polux
El olor a pino que la madera soltaba al perforar la sierra eléctrica
sus entrañas, subía prendido del serrín en surtidores simulando agua esparcida
por una fuente en ebullición. Bajo el chirrido estridente, apenas atenuado por
los protectores auditivos, se animó la ilusión de Pepe el carpintero, por construir
para su pequeña hija la casa de muñecas que tanto deseaba. Ansia de satisfacer
el anhelo de su pequeña hija por poseer ese juguete.
Desde la
muerte de su madre, Ana Laura se había vuelto muy reservada, hablaba poco,
pasaba mucho tiempo en su recámara, vagaba por la casa con tristeza encajada en
los ojos y paseando el rostro inmutable que escondía su dolor por todas las
habitaciones.
Para el
carpintero Pepe era difícil establecer comunicación con ella, no se prestaba a
platicar más que lo indispensable; parecía culparlo por el deceso de su madre.
Con el silencio cortante y frío le recriminaba no haber estado al pie de la
cama los últimos días de su vida. Nunca entendió que debía trabajar para
sostener los gastos de la casa y los originados por la enfermedad.
Un día,
caminando por el pueblo, Pepe y su hija pasaron por una juguetería. Ana Laura
vio una hermosa casa de muñecas en el aparador, totalmente amueblada habitada por
una familia pequeña: los dos padres y una hija. Por primera vez en mucho tiempo,
cambió su vacía e inmutable expresión, mostrando interés en algo. Quisieron
comprarla y no alcanzó el dinero, por lo que el carpintero prometió a su hija
hacerle una mejor.
El día de su
cumpleaños Ana Laura recibió el preciado regalo. Al desenvolverlo encontró que
era una hermosa casa blanca con techo de tejas y amueblada completamente. En la
planta baja: sala, comedor, cocina y porche. En la parte alta, tres recámaras. Y
una familia pequeña: papá, mamá e hija.
Desde el
primer día la casa de muñecas quedó ubicada en una mesa lateral de la sala. Dentro
de la casa, en la habitación de los padres, la madre siempre en cama. El padre y la hija cambiaban indistintamente
de lugar.
Después de
un tiempo prudente de luto, el carpintero Pepe comenzó a llevar amigas a la
casa, con el fin de que su hija las conociera. Ana Laura era presentada e
inmediatamente se recluía en su recámara. Al día siguiente, aparecía una burda
figura femenina de papel aplastada por una piedra, afuera de la puerta de la
casa de muñecas. Se hizo así, un valor entendido de la inconformidad con las
invitadas.
Con la
asistencia a la escuela comenzó a disminuir la depresión de Ana Laura. Su
carácter cambió al tener amistades, frecuentaba a su amiga Aurora, hija de la
maestra de inglés.
Pepe el
carpintero, era requerido por los padres de los compañeros de Ana Laura para
hacer trabajos. Así, logró prestigio y adquirió estabilidad económica. En una
ocasión en la que estaba trabajando en varias casas, llegó cansado a su casa
por la tarde. Se sirvió una bebida y en la sala encendió la televisión. Veía
distraídamente un programa deportivo cuando desvió la mirada hacia la casa de
muñecas y algo llamó su atención: la muñeca madre no estaba sobre su cama, la
buscó y no la encontró. No quiso comentar nada a su hija, decidió esperar que
ella lo manifestase.
Dese día,
cuando llegaba del trabajo, distinguía los cambios habidos en la casa de
juguete. El muñeco del padre y de la hija seguían en distintas partes, pero la
madre no aparecía por ningún lado.
Llegaron
Aurora y Ana Laura apresuradamente por la tarde y encontraron al carpintero
viendo un programa de televisión. Le hicieron el comentario de que iban al cine con la mamá de Aurora y lo
invitaron a acompañarlas. Terminada la función fueron a cenar. La plática
agradable y amena prolongó la noche y abrió un resquicio de ánimo en la soledad
de Pepe.
El
carpintero fue entregando los trabajos pendientes. Sólo quedaba el closet de la
maestra, lo terminaría al día siguiente —pensó. Al llegar a la sala, revisó la
casa de muñecas, y encontró junto a la figura que representaba a su hija otra
similar del mismo tamaño. Quedó sorprendido ¿Cuál era el significado? ¿Una
amiga, una hermana?¿Cómo lograr que su hija expresara sus sentimientos?
Al terminar
terminar el closet puso las puertas sobre el riel y la ajustó. Escuchó una voz
detrás de él:
—Qué pasa
don Pepe ¿Ya terminó?
—Ya casi,
aseguro estos tornillos y queda listo.
—¿Se toma un
refresco?
—Con gusto.
La maestra
llegó de la cocina con una charola, dos refrescos y acompañada de su hija.
—Se llevan
muy bien las muchachas, son excelentes amigas, hasta parecen hermanas ¿No lo
cree? Van a salir en el bailable de fin de año. ¿Va asistir, don Pepe?
—Sí, pienso
ir. “La maestra es viuda también, tal vez…”
De regreso a
casa lo acompañaron emociones olvidadas, entusiasmo anticipado, sueños y
anhelos aflorando inquietudes de una vida nueva.
Se sirvió
una bebida y al entrar en la sala observó en la casa de muñecas a las dos
amigas, en el dormitorio matrimonial la figura del padre y de una mujer en la
cama, y en el porche, un pequeño ataúd con una cruz en medio…
18 de marzo de 2014
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