El capullo
Jorge Llera Martínez
Luisito salió al jardín, el sol bañaba las plantas y sus
flores radiantes se abrían para recibir los rayos de luz. Caminaba pateando piedras,
cuando vio en el tallo de una planta un objeto café. Lo iba a tomar, cuando su madre lo detuvo y le dijo que
no lo desprendiera porque era un capullo. Le explicó que los huevecillos de las mariposas se convierten en
orugas, que son unos gusanitos que comen las hojas de las plantas y que para
llegar a ser mariposas se envuelven en una capa de seda que ellos mismos tejen
con su saliva y que después de algún tiempo, salen ya convertidos en bellas mariposas.
Luisito dijo que esperaría el día en que saliera la
mariposa para ver sus colores y como comenzaba a volar.
Pasaron los días y Luisito estaba cerca del capullo espera que
te espera.
Regresaba de la escuela y lo primero que hacía era ir a ver su capullo. Comía y regresaba a verlo. Jugaba por la tarde en el jardín, siempre observando su capullo.
Y sucedió que un día, después de algunas semanas,
observó que su capullo comenzaba a
cambiar de forma, como que le salían chipotes, después desaparecían y aparecían en otra parte. Por fin se rompió el capullo en una pequeña parte y apareció una pata, tardó un poco más y salió la segunda. Poco a poco, la cabeza, las alas y las cuatro
patas restantes.
Una vez afuera del capullo, la mariposa comenzó a batir sus cuatro alas para que se endurecieran y pudiera
volar.
Era una bella mariposa de alas color azul que brillaban con
la luz del sol. Agitó sus alas con fuerza y
voló sin rumbo hasta posarse en la
primera flor que encontró. Bebió un buen trago de néctar y emprendió su vuelo por la vida.
Luisito corrió tras de ella por un
rato hasta que se cansó y comprendió que debía y despedirse para
siempre de su amiga; y agitando su mano la vio partir.
11de diciembre de 2011.
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