jueves, 24 de mayo de 2012

Sonatina


Sonatina

Jorge Llera Martínez
Vagaba por su cuarto sin saber que hacer, la televisión la aburría; estaba cansada de escuchar la misma música. Había estado chateando dos horas, hasta que se cansó de  los comentarios de sus amigas. Se arregló para salir a algún antro, pero la orden que su padre había dictado era estricta: "no salir sola, sin permiso de su parte y sin acompañantes"-eufemismo para denominar a los guaruras. Así que, después del berrinche, el pleito con la madre y sus cuidadores, volvió a su habitación a derramar las últimas lagrimas que le quedaban a su pena.
Su padre había estado muy nervioso y de mal humor desde varias semanas atrás. La causa -según le había comentado su madre- era un disgusto muy fuerte con Don Porfirio, su socio de toda la vida. El asunto era grave porque involucraba a políticos en funciones en el Gobierno actual y empresarios. Eran varios millones de dólares e intervenían muchas manos - era un asunto turbio. Estaba amenazado y el sabía bien qué con Don Porfirio no se jugaba.
Se secó las últimas lágrimas delante del espejo, sus azules ojos coloreaban rojo de tanto llorar. En fin -pensó- conoceré a alguien por internet, diferente de los niños bobos de la escuela. Pronto incursionó en un portal de amistad y después de varias relaciones infructuosas conoció a Saulo, según su perfil: veintitrés años, Moreno, pelo negro, nariz recta, atlético; un metro noventa centímetros de estatura. Le mandó su fotografía: ¡Todo un manjar! - dijo.
- ¿Porqué te pones "princesita" en la etiqueta del chat? ¿Cual es tu nombre?
- Me gusta sentirme así, que me traten y deseen como tal. Mi nombre lo conocerás cuando nos veamos personalmente.
- ¿Y cuando va a seré eso?
- Cuando nos conozcamos más.
También conoció a Gabriel, que físicamente era tan atractivo como Saulo, pero de tez clara, pelo castaño y ojos color miel.
Con los dos estableció una relación firme de amistad en los meses siguientes. Le atraía más Saulo que era frío y calculador y le gustaba la calidez y el buen humor de Gabriel. No había tenido el valor de decidirse por alguno.
  Faltaban dos días para su cumpleaños número dieciocho y decidió que conocería a uno de sus dos pretendientes. Seleccionó a Saulo y quedaron de verse en el "Exodus" - el antro de moda. Suplicó a su padre que la dejara ir, que ese fuera su regalo de cumpleaños. Después de mucho rogar el padre consintió, con la condición de que fuera con varios acompañantes.
Habló también Gabriel para invitarla a salir a bailar al "Exodus",pero ella se disculpó porque tenía otro compromiso.
Llegó la princesita acompañada de dos amigas y seis guardaespaldas. Ellas ocuparon una mesa. Media hora más tarde, se acercó Saulo, lo interceptaron y lo cachearon los acompañantes. Ella ya él platicaron un poco y salieron a bailar, porque el nivel del sonido no permitía más. La pista estaba llena, el ambiente ruidoso y se respiraba el humor de cuerpos en excitación. Al dar una vuelta Saulo tropezó con un individuo y al quedar frente a ella, traía empuñando un cuchillo. Diciéndole - ¡Esto es un saludo de Don Porfirio! - lo enterró en su vientre. Cuando caía alcanzó a ver que Gabriel sostenía el brazo de Saulo y que los guardaespaldas llegaban en su auxilio.
Caminaba en la niebla cuando la vio, radiante en su vestido azul. Se acercó a ella y tomando sus manos le dijo:  no temas ya está llegando el príncipe que esperabas.
Abrió los ojos y distinguió vagamente su figura. Gabriel se acercó a su oído y le musitó - bienvenida, llevas tres días en terapia intensiva, te amo. Ella sonrió y se volvió a dormir.

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