El
abismo
Jorge Llera Martínez
La caída fue provocada por el paso de una víbora
entre las patas del caballo. El potrero, pedregoso, con pastizal de más
de un metro de altura y un acahual que lindaba con el rancho vecino, era el más
alejado de la casa. Lo encontraron por su caballo, que se quedó
mansamente a comer a su lado. Estaba inconsciente y así
llevaba un día.
- parece que tiene
fractura de cráneo, por lo que aconsejo no moverlo hasta que esté
en condiciones de trasladarlo a Escárcega. Mientras
tanto, esperaremos que despierte. Lo alimentaremos con suero y administraremos analgésicos.
Lo estaré visitando y prepararé
el viaje cuando él pueda realizarlo.
- ¡Gracias
doctor! -dijo Antonia, su mujer.
"Como me
duele la cabeza...¡fue una caída cabrona! -No
puedo moverme, ni hablar, ni abrir los ojos...sólo
oigo levemente,...pienso confusamente y ...tengo mucho sueño"
Antonia convocó
a una reunión con sus hijos: Toño
y Ángela; les explicó de la gravedad de
su padre y les indicó que harían guardias
permanentes al lado de la cama, hasta que lo pudieran llevar al hospital. Ella
comenzaría durante las primeras ocho horas.
Afligida y llorosa
se pasó gran parte de su turno limpiando a su marido, arreglando
la cama y pensando en la vida que habían llevado juntos.
Recordó las alegrías y desdichas;
las penurias y sacrificios que tuvieron que pasar para sacar a los hijos
adelante. Cómo tuvieron que pelear para defender sus tierras de los
invasores y los roba vacas.
Sentada en el
borde de la cama, se acercó a él
y le habló muy quedo al oído:
-No te mueras ...¿Qué
voy hacer sin ti? -No me dejes sola - No quiero vivir de arrimada con ninguno
de nuestros hijos. ¡Lucha como siempre! Tú
puedes salir de ésta como lo haz hecho toda la vida. -Recuerda que te amo.
Sentía
que seguía cayendo del caballo pero que no tocaba piso; se deslizaba
en un abismo tranquilizante, sin
resistencia de su parte, lo que
le producía cierto placer, a pesar del dolor.
"...Yo también
te amo ¡no te alejes de mi lado!...que sueño"
Por la mañana
llegaron Toño y su esposa Helena. Mientras lo limpiaban y arreglaban la
cama, Helena comentó:
-Tu padre ha
llevado una vida muy desordenada, yo creo que de ésta
si no se salva.
-¡Cállate
Helena! Te puede estar escuchando. Nunca te ha importado. Para tí,
únicamente los tuyos
tienen valor. ¡Déjame sólo
con él, vete a la casa!
"...Siempre la imprudente y ventajosa Helena. Se lo advertí
a Antonio... pero no le dije lo que el pueblo murmura sobre sus infidelidades. Ésta
quiere que me muera para ver con que se queda...¡Pobre
de mi Antonia, que sola se va a quedar!. -"...¡No
aguanto el dolor de cabeza! y ...sigo deslizándome.
Ángela llegó
a tiempo a su turno, le dio un beso en la frente a su padre y acompañada
de su tejido, sentóse a la vera de la cama y comenzó
a platicar con él. Le habló de cómo veía
que evolucionaría su problema. De su fortaleza física
y su pronta recuperación. En una
verborrea constante, con el ágil movimiento de
las agujas y el correr alegre del
estambre por sus dedos, pasó al tema de sus hijos,
de ahí al del comercio de frutas; y mientras seguían
creciendo las mangas del suéter, al de sus amistades. Cuando llego a los problemas matrimoniales, él
comenzó a tener conciencia: "...No lo friegues Angela, Pablo
es tan buen marido, que te ha aguantado con tu parloteo por años...no fastidies tu matrimonio"- fueron sus
pensamientos antes de volver a dormir.
De la plática
de Antonia, por la mañana, sólo
escuchó frases de amor entrecortadas por sus silencios mentales.
Seguía cayendo en un vacío
confortante en la medida que el dolor de cabeza disminuía
y la percepción del exterior era cada vez más
confusa.
Llegó
la ambulancia y acompañado por el doctor,
lo subieron cuidadosamente. Sus constantes eran débiles,
pero no críticas.
Sintió
el movimiento del vehículo y pensando en
Antonia, apresuró su caída al abismo
14 de mayo de 2012
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